lunes, 26 de abril de 2010

El ser Cristiano: una vocación para los demás:

Jesús, en todo momento pendiente de la voluntad del Padre, es el buen pastor que da su vida por las ovejas, que se santifica y se entrega por todas. No reserva nada para sí mismo. Es un ser-para-los-demás. Fue clavado en la cruz, en alto, para que podamos verle bien. Con sus pies clavados nos espera, y con sus brazos abiertos nos acoge a todos, sin distinción.

Ser cristiano significa pasar del «ser para sí mismo» al «ser para los demás». En la Biblia el Buen Samaritano no se pregunta ¿Qué me sucederá, en qué líos me enredaré si me entretengo en atender al herido? Solo piensa: ¿Qué le sucederá al herido si no me paro a recogerlo?

Aceptar la vocación cristiana es salir de sí mismo, acercarse a Cristo, para abrirse como Él a los demás. Seguir las huellas del Crucificado, crucificar el propio yo, existir para los otros. «Hay que salvarse juntos. Hay que llegar juntos a la casa de Dios. Hay que pensar un poco en los otros, hay que trabajar un poco por los otros. ¿Qué nos diría Dios si llegásemos hasta Él los unos sin los otros?» (Péguy).

Las grandes figuras de la historia de la salvación han vivido «el principio para». Abrahán, saliendo de su tierra; Moisés, dirigiendo el éxodo... Ofrecerse y darse. Morir para vivir. Como el grano de trigo, que si no muere permanece solo, pero si muere da fruto abundante.

Fuente: www.elobservadorenlinea.com

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