lunes, 19 de abril de 2010

CRISTO RESUCITADO: ¿MITO O REALIDAD?

Ha llegado el tiempo cristiano por excelencia: La Pascua.

Tiempo para recordar y revivir la experiencia de Cristo Resucitado, y para renovar en nosotros la esperanza, la alegría de vivir, la confianza en la bondad humana, la fe en una vida eterna después de la muerte y en una vida plena y feliz antes de la muerte. Maravillosa experiencia que desde el principio removió los corazones de los apóstoles y los que fueron testigos directos de este único y especial acontecimiento, y que ha seguido transformando las vidas de millones de seres humanos a lo largo de esta historia nuestra de 21 siglos.

Pero a pesar de la evidencia de todo esto, y aunque sabemos que la resurrección de Cristo acontece en la historia de los hombres, sin ser un hecho científicamente comprobable, pero sí es demostrable en la transformación que se dio en aquellos discípulos incrédulos, digo, a pesar de todo esto, siguen circulando en nuestro mundo mediatico actual las teorías que ya circularon desde el principio para desprestigiar y vaciar de sentido la resurrección, equiparándola simplemente con un mito o relato inventado por los apóstoles para sustentar el poder de la Iglesia y su extensión por todo el Imperio romano, pero que no tiene base histórica o real.
Aún se lee en algunos diarios o se ve en algunos programas de televisión en estos días de Semana Santa alusiones a esta idea del mito de la resurrección como mito de la inmortalidad o del eterno retorno, parecido a otros mitos de otras religiones, en especial comparando la resurrección de Cristo a la de Osiris y Dionisios, o sea, como algo nada novedoso ni nuevo, sino todo lo contrario, como una copia cristiana de los mitos egipcios, griegos y romanos. Basta asomarse a las librerías o ver determinadas películas para darnos cuenta de esta crítica, que no se sustenta en muchas ocasiones más que en prejuicios religiosos que no tienen fundamentación histórica.

Hoy se cree más a novelas de ciencia-ficción como "El Código Da Vinci" o a todos los supuestos Evangelios "apócrifos", escritos la mayoría de ellos más allá del siglo II de nuestra era, que a los serios estudios que avalan la cercanía de los Evangelios "canónicos" al acontecimiento de la muerte y la resurrección de Cristo, escritos la mayoría de ellos cuando aún vivían testigos directos de aquel importante suceso. No hay que olvidar que ya a partir de los años 45-50 de nuestra era cristiana, circulaban escritos con relatos de la vida, la muerte, la resurrección, los milagros, las parábolas de Jesús, y que ya en los años 60-70 aparece el primer Evangelio "canónico", el de Marcos, cuando aún vivían varios apóstoles, entre ellos posiblemente san Pedro y san Pablo. Y basta leer lo que nos dicen estos Evangelios para darnos cuenta claramente que los apóstoles no se creyeron y ni esperaron la Resurrección. Fue para ellos un acontecimiento inesperado y sorprendente, algo que difícilmente se pudieron inventar.

Es claro que sin la experiencia "real" de Cristo Vivo y Resucitado no hubieran empezado de nuevo a predicar el Evangelio y desde luego no hubiera nacido la Iglesia. Y, por supuesto, no hubieran muerto los miles de mártires cristianos ni hubiera llegado hasta nosotros el mensaje vivo de Jesucristo que hoy sigue alimentando la fe de millones de creyentes, de todas las edades, de todas las condiciones sociales, de todas las razas, de todas las cuturas, de todos las profesiones, de todas las realidades humanas.

Es evidente que para todos estos cristianos de verdad la fe en Cristo Resucitado no es un mito, es una realidad tan real como el respirar o el vivir. Otra cosa es que no se pueda demostrar científicamente. Pero quién dice que la única dimensión de la realidad es la científica. La mirada del amor sin duda que es otra mirada a la realidad, tan real como las demás miradas. Lo mismo que la dimensión de la fe.

En fin, reflexionamos todo esto porque es algo que hoy también hace dudar a muchas personas, creyentes o no, a muchos adolescentes y jóvenes con los que nos encontramos cada día en las clases de Religión o en otras situaciones. Con ellos, yo también nos preguntamos y nos cuestionamos, no porque dudemos radicalmente de nuestra fe en la experiencia real y viva de Cristo Resucitado, sino porque siempre es bueno cuestionarse para seguir purificando esa fe y para hacerla más auténtica y creíble. Y ahí sí que tenemos la prueba de fuego de nuestra credibilidad. No tanto en el rebatimiento de esta o cual teoría a favor o en contra de la Resurreción, sino en el testimonio que damos con nuestra propia vida, en nuestra manera de tratar a los demás, en nuestra alegría, en nuestro compromiso por la justicia, la paz y la solidaridad. Sólo ahí podremos "demostrar" que en verdad sigue Vivo y Resucitado y es fuente de nuestra felicidad.

Nos ha llamado la atención viendo las procesiones que predominan las imágenes dolorosas de Cristo y la Virgen, y que hay muy pocas imágenes de Cristo Resucitado. Damos la impresión los cristianos de seres masoquistas que se regodean en el dolor del Viernes Santo y que saborean muy poco la alegría y el gozo del Domingo de Resurrección. No es extraño que ese tipo de imaginería no tenga nada que decir a un mundo que valorar cada vez con más fuerza la vida.

Y no es extraño tampoco que mucha gente no crea tanta exhibición religiosa por las calles y tan poco compromiso real con la Iglesia y con los valores del Evangelio.
Desde esta página, invitamos a vivir con fuerza y alegría la experiencia de Cristo Resucitado, a contagiar esta alegría y esta esperanza a este mundo nuestro que tanto lo necesita, sumergido como está a veces en la oscuridad de las guerras, las desigualdades sociales, el drama de la inmigración, la tragedia del hambre y la miseria, las amenzas terroristas, el deterioro ecológico, el peligro nuclear, los dramas de la soledad, la droga y el vacío existencial que sólo busca la felicidad en el tener y el consumir. Los cristianos debemos contagiar una felicidad mayor, la felicidad del amor, de la paz, de la familia, de la solidaridad, de la justicia, de los afectos y sentimientos, la felicidad de la fe. Sin imponer nada, acogiendo a todos, incluso a los que dudan o critican, caminando y buscando con los otros, sin renunciar a las propias convicciones, pero sin pretender que sean las únicas, favorenciendo la integración y respeto de todos. Sólo así podremos "demostrar" que la Resurrección de Cristo no es un mito conservador y paralizante, sino una experiencia viva que tranforma corazones y lucha por la transformaciòn del mundo.

¡FELIZ PASCUA! ¡Y QUE LA PAZ DE CRISTO RESUCITADO LLENE DE ALEGRÍA, DE FE Y DE AMOR NUESTRAS VIDAS!.

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