lunes, 30 de agosto de 2010

Santa Clara de Asis y San Francisco


Oh amable Santa Clara, tú que siguiendo las huellas de la virgen María, fuiste madre del cuerpo místico de Cristo; danos tu amor por la iglesia y por todos hermanos.
Tú, que con tus últimas palabras has bendecido al Señor por haberte creado; haz que comprendamos el gran don que es la vida. Intercede para que en nuestras familias haya concordia, serenidad en el trabajo, alegría en el estar juntos; haz que un día podamos reunirnos para alabar y cantar eternamente contigo la misericordia del Señor.
Amen.

SANTA ROSA DE LIMA - PELÍCULA


Santa Rosa de Lima, murio en la capital de Perú que le dio nombre en el año 1617 a los 31 años de edad. El film de José María Elorrieta que encumbró a María Mahor relata la vida de esta joven, hija de Gaspar Flores, arcabucero español al servicio del rey Felipe III, y de María de Oliva, que se convertirá en patrona principal del Nuevo Mundo, Filipinas e Indias Occidentales en 1670.
SANTA ROSA DE LIMA

n. 1586 en Lima, Perú;
† 24 de agosto de 1617 en Lima, Perú

Patrona Principal de Iberoamérica; Lima, Perú; Filipinas; bordadores;
floristas; jardineros; personas ridiculizadas por su piedad.
Protectora contra la vanidad.
Una virgen se ocupa de las cosas del Señor,
a fin de ser santa de cuerpo y alma.
(1 Corintios, 7, 34)

Rosa de Santa María, (1586-1617) llamada así por la virginal hermosura de su rostro, pues su nombre de pila era Isabel, fue la primera flor de santidad que produjo la América española. Nació en Lima, Perú, de padres de origen español y modestos de condición. Desde su más tierna edad, Rosa experimentaba una atracción cada día más desbordante hacia la santidad, la virginidad, la devoción, el amor al retiro, un extraordinario espíritu de penitencia. Sus padres deseaban un ventajoso matrimonio dada la belleza de su hija, pues verdaderamente era deslumbrante. Con ese fin, le hacían frecuentar fiestas y banquetes para llamar la atención de los jóvenes más ricos de la ciudad. Rosa obedecía pero sabía sacar provecho de estas fiestas. Debajo de su diadema de rosas colocaba un casquete con pinchos, en forma de corona de espinas. Y bajo sus vistosos vestidos colocaba cilicios y otros instrumentos para macerar su cuerpo. En 1616, a los 24 años, vistió el hábito negro y blanco de la Tercera Orden de Sto. Domingo. Desde entonces todavía progresó más a pasos agigantados por el camino de la perfección. Aseveró su confesor que, "Jamás, ni de día ni de noche, perdía la presencia de Dios en su corazón y que su alma nunca fue mancillada por el pecado venial". El Señor le concedió la gracia de repetir en sí misma los atroces dolores de la Pasión de Cristo. En medio del dolor gritaba: "Aumentadme el dolor, Pero, dios mío, dadme paciencia". Murió el 24 de agosto de 1617 a la edad de 31 años, admirada en toda Lima y querida ya en todo Perú. El Papa Clemente X la canonizó en 1671, siendo la primera santa americana que llegó a los altares. En la Argentina ha sido establecido este día "como Fiesta nacional de Acción de gracias a la divina Providencia, por los beneficios conferidos a la Nación".


MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA DE SANTA ROSA


I. Trata al menos de encontrar todos los días un momento libre para dedicarte, en la soledad, a la meditación y a la oración. Ama a tus padres por Dios, y los servicios que les hagas, figúrate que los haces al mismo Jesús. Así pensarás en El sin cesar.

II. San Agustín, hablando de Cristo y de la Iglesia, su Esposa inmortal, dice que son dos en una sola y misma pasión. Así debe ser en cuanto a la unión del alma con Jesucristo. Para agradar al Esposo, es menester hacerse semejante a Él; por eso Santa Rosa practica las penitencias más rigurosas, y lleva en la cabeza un aro de hierro con agudas puntas en su parte interior, semejante a la corona de espinas. Para gozar de los castos abrazos del Esposo, se debe despreciar la propia carne. (San Jerónimo)

III. Sacrificar la carne y sus concupiscencias, es poco todavía. Mira a Santa Rosa. Ya la pruebe la enfermedad, ya Dios le retire sus consolaciones, a todo se resigna. Lo único que pide a su Esposo, es que aumente su amor en proporción a los sufrimientos que padece. ¡En cambio nosotros nos impacientamos ante la menor contrariedad, nos abatimos ante la menor prueba! Avergoncémonos de nuestra cobardía y adoptemos la resolución de sufrir, por lo menos con paciencia, los males que no podemos evitar. Estáis prometidos a Cristo, le habéis consagrado vuestra voluntad. (Tertuliano)

El desprecio de los placeres
Orad por las vírgenes consagradas a Dios.

ORACIÓN

Oh Dios poderoso, dispensador de todos los bienes, que habéis provisto a la bienaventurada Rosa con el rocío de la gracia celestial, y que la habéis hecho brillar en América con el fulgor de la virginidad y de la paciencia, concedednos la gracia a nosotros servidores vuestros, de correr tras el olor de sus perfumes, y merecer así llegar a ser un día el buen olor de vuestro Hijo, que, con Vos y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


CONOCIENDO NUESTROS VALORES

sábado 21 de agosto de 2010

Mejora tu autoestima

- Trae a tu mente pensamientos positivos sobre ti, y cancela todo el pensamiento negativo sobre ti mismo que atraviese por tu mente

- Contrarresta cada pensamiento negativo con uno positivo.

- Cuando cometas un error, velo como oportunidad de aprendizaje, no es un fracaso. Acepta que eres igual a todo el mundo, un ser humano que comete errores, por lo tanto es muy probable que te pase.

- Atrévete a experimentar nuevas habilidades ya veras que descubrirás nuevas aptitudes que o hubieras imaginado.

- Identifica lo que puedes cambiar y lo que no. Si te das cuenta de que hay algo tuyo que no te hace feliz y puedes cambiarlo, empieza ahora mismo. Si se trata de algo que no puedes cambiar (como tu estatura), empieza a trabajar para quererte tal y como eres.

- Atrévete a expresar tus opiniones e ideas

- Intenta hacer cosas por los demás. Un apostolado, una labor social. Ayuda a tu hermano, a tu mamá, etc.

- Ocúpate en cuidar tu salud y tu cuerpo. ¡Haz ejercicio! Ya verás que eso te ayudará a sentirte mejor


Es posible alcanzar una autoestima positiva. En algunos casos, cuando la herida emocional es muy profunda o duradera, es posible que sea necesaria la ayuda de un profesional, como un psicólogo o terapeuta. Si es tu caso ten por que con su ayuda y tu esfuerzo lograras quererte a ti mismo y a darte cuenta de lo que te hace único y especial.

Recuerda que tu autoestima se refleja en casi todo lo que haces. Las personas con una autoestima alta rinden más en los estudios y les resulta más fácil hacer amigos. Tienden a tener mejores relaciones con la gente de su edad y con los adultos, son más felices y les cuesta menos enfrentarse a los errores, decepciones y fracasos, y es más probable que perseveren en algo hasta que lo consigan.

Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Dios nos ama infinitamente así como somos: con nuestra historia, nuestra actualidad y nuestro futuro.Aprendamos de Él y aprendamos también a amarnos a nosotros mismos.

(fuente: www.almas.com.mx)

DOMINGO...DÍA DEL SEÑOR

Domingo 29 de Agosto del 2010
DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO
Evangelio según San Lucas 14, 1.7-14

...para entrar al Reino de los Cielos

Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola: "Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: 'Déjale el lugar a éste', y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: 'Amigo, acércate a la cabecera'. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido".
Luego dijo al que lo había invitado: "Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos.
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.
DIOS NOS HABLA
Eclo 3, 17-18. 20. 28-29: Hazte pequeño y alcanzarás el favor de Dios
Salmo 67: Preparaste, oh Dios, casa para los pobres.
Heb 12, 18-19. 22-24a: Se han acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo
Lc 14, 1.7-14: El que se enaltece será humillado

Es humano el afán de ser, de situarse, de estar sobre los demás. Parece tan natural convivir con este deseo que lo contrario se etiqueta en nuestra sociedad de “idiotez”. Quien no aspira a más, quien no se sitúa por encima de los demás, quien no se sobrevalora, es tachado, a veces, de “tonto” en este mundo tan competitivo.


En nuestra sociedad hay un complejo sistema de normas de protocolo por las que cada uno se debe situar en ella según su valía. En los actos públicos, las autoridades civiles o religiosas ocupan uno u otro lugar según escalafón, observando una rigurosa jerarquía en los puestos. Se está ya tan acostumbrado a tales reglas, que parece normal este comportamiento jerarquizado.

Jesús acaba con este tipo de protocolo, invitando a la sensatez y al sentido común a sus seguidores. Es mejor, cuando se es invitado, no situarse en el primer puesto, sino en el último, hasta tanto venga el jefe de protocolo y coloque a cada uno en su lugar.

El consejo de Jesús debe convertirse en la práctica habitual del cristiano. El lugar del discípulo, del seguidor de Jesús es, por libre elección, el último puesto. Lección magistral del evangelio que no suele ponerse en práctica con frecuencia. No hay que darse postín; deben ser los demás quienes nos den la merecida importancia; lo contrario puede traer malas consecuencias. El cristiano no debe situarse nunca por propia voluntad en lugar preferente.

No sólo no darse importancia, sino actuar siempre desinteresadamente. Jesús denuncia la práctica de aquellos que invitan a quienes los invitan, del “do ut des”, del “te doy para que me des” y anima a invitar a pobres, lisiados, cojos y ciegos, gente a la que nadie invita, cuando se da un banquete; quien actúe así será dichoso, porque no tendrá recompensa humana, sino divina “cuando resuciten los justos”. Las palabras de Jesús son una invitación a la generosidad que no busca ser compensada, al desinterés, a celebrar la fiesta con quienes nadie la celebra y con aquellos de los que no se puede esperar nada. El cristiano debe sentar a su mesa, o lo que es igual, compartir su vida con los marginados de la sociedad, que no tienen, por lo común, lugar en la mesa de la vida: pobres, lisiados, cojos y ciegos. Quien así actúa sentirá la dicha verdadera de quien da sin esperar recibir.

Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy muestran las reglas de oro del protocolo cristiano: renunciar a darse importancia, invitar a quienes no pueden corresponder; dar la preferencia a los demás, sentar a la mesa de la vida a quienes hemos arrojado lejos de la sociedad.

Quien esto hace, merece una bienaventuranza que viene a sumarse al catálogo de las ocho del sermón del monte: «Dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»

Para Jesús adquiere el verdadero honor quien no se exalta a sí mismo sobre los demás, sino quien se abaja voluntariamente. Paradójicamente, se adquiere el verdadero honor no exaltándose a sí mismo sobre los demás, sino poniéndose el último a su servicio. La generosidad se debe compartir con los “pobres”! que no pueden pagar con la misma moneda, porque no tienen nada. Honor y vergüenza adquieren en boca de Jesús un contenido diferente: el honor consiste en servir ocupando los últimos puestos y esto ya no es motivo de vergüenza sino señal verdadera de que se está ya dentro del grupo de los verdaderos seguidores de un Jesús que no ha venido para ser servido, sino para servir y dar la vida por muchos”

Las restantes lecturas de este domingo van en la misma línea del evangelio; en la primera, del libro del Eclesiástico se dan consejos de sentido común: la conveniencia de proceder siempre con humildad, de hacerse pequeño en las grandezas humanas, de no darse demasiada importancia, tan en la línea del comportamiento y los consejos de Jesús que se ha hecho asequible, menos solemne, menos accesible y ya no se manifiesta, como Dios en el Antiguo Testamento, con señales de fuego, nubarrones, tormenta y estruendo, sino como mediador de la Nueva Alianza, como puente entre la comunidad y Dios. Para llegar a Dios, los cristianos tienen que pasar por Jesús, verdadero camino para el Padre y el único sendero que debe practicar la comunidad cristiana. El se ha definido en el evangelio de Juan como camino, verdad y vida, o como camino que lleva a la verdad que es y conduce a la vida. Y la vida florece en plenitud cuando está impregnada de amor sin aspavientos ni deseos de protagonismo, cuando se sabe ocupar el único lugar de libre elección del cristiano: el último puesto, para que no haya últimos, para que no haya quienes estén arriba y abajo, como Jesús se propuso. Maravillosa utopía que nos empuja para conseguir cuanto antes la única aspiración o meta que debe ponerse el cristiano: la de hacer un mundo de hermanos, igualados en el servicio mutuo.

El evangelio de hoy no está recogido en la serie «Un tal Jesús», pero en ella puede encontrarse varios episodios relacionados con el contenido de ese evangelio: www.untaljesus.net


Para la revisión de vida

¿Qué maneras conscientes o inconscientes tiene mi corazón para llevarme a buscar "los primeros puestos"?
Cuando invito, incluso cuando me doy a mí mismo, ¿lo hago pensando -consciente o inconscientemente- en la recompensa que me podrán devolver?
En definitiva: ¿soy humilde y gratuito? ¿Tengo mi esperanza puesta en "la resurrección de los justos", como dice Jesús?


Para la reunión de grupo

- Los dos temas que la Palabra de Dios ofrece hoy para la reunión de grupo podrían ser la humildad y la gratuidad.
- La humildad: ¿Qué es realmente? Diferenciarla del apocamiento, del complejo de inferioridad, de la timidez, de la falta de autoestima... ¿Cómo conjugarla con la verdad, con la legítima aspiración a ser más, con la sana rebeldía?
- La gratuidad: significa un salto cualitativo del ser humano sobre el egocentrismo inscrito en nuestros instintos animales. Y el evangelio lo potencia al máximo. El amor es verdadero sólo en la medida en que es gratuito. Toda "comercialización" o búsqueda de recompensa en el amor es su destrucción. ¿Cómo vivirla en un tiempo donde todo se compra y se vende, donde la rentabilidad es un valor central, y donde la beneficencia o la donación es considerada como negativa para el desarrollo...?


Para la oración de los fieles

- Para que la vida interna de la Iglesia sea una muestra de la búsqueda del mayor servicio y no del mayor honor o poder, roguemos al Señor...
- Para que la "jer”-“arquía" (poder sagrado) sea entendida en cristiano más bien como "iero”-“dulía" (servicio sagrado)...
- Para que seamos capaces de poner nuestro corazón y nuestro tesoro en los verdaderos valores, los que resisten hasta la "resurrección de los justos", hasta la victoria de la Justicia...
- Para que el evangelio desafíe en nosotros a la ideología neoliberal que todo lo compra y lo vende, sin dejar espacio a la gratuidad y el amor generoso...
- Para que eduquemos nuestra mirada y nuestro corazón, de forma que seamos capaces de gozarnos en los valores gratuitos, allí donde otros pueden ver sólo pérdida de ocasiones de lucro...


Oración comunitaria

Dios Padre y Madre, que por puro amor gratuito nos has creado y nos has regalado también gratuitamente la Vida. Danos un corazón grande para amar, fuerte para luchar y generoso para entregarnos a nosotros mismos como regalo a tu familia humana. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que entregó su vida generosamente por nosotros como el camino que hemos de seguir para llegar hasta ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

CUENTO Y REFLEXIÓN

La vida es como es...

y no como nos parece

Uno de los cuentos que suele contar el Padre Mamerto Menapace es aquel que habla de dos parroquianos, uno más joven que el otro, que estaban un domingo en la tarde tomando ginebra en un bar.

Después de un largo rato en silencio y tras varios brindis, el mayor le dice al más joven: "Mi' jito, me parece que vas a tener que dejar la bebida".

El muchacho sorprendido, le pregunta "¿y por qué tengo que dejar de beber?" a lo que, luego de una pausa mediante, su compañero le dice "porque te estás poniendo borroso..."


Nos sucede muchas veces que nos creemos que la vida es según como uno la quiera ver. Y nada más erróneo y hasta peligroso que eso. Es muy bueno tener una actitud positiva para enfrentar cada circunstancia que nos toca vivir a diario. Ser optimista es muy saludable.

Ahora bien, en la vida misma también nos toca vivir momentos de tristeza, de desolación, de desamor. Y es ahí cuando todo nos puede parecer oscuro, negativo. Es peligroso creer que la vida no vale la pena por el estado de ánimo que a una persona esté teniendo. Es peligroso dejarse caer en el relativismo.

Si uno depende exclusivamente de las propias fuerzas es muy probable que se caiga en "bajones anímicos" propio de las limitaciones y defectos que todo ser humano tiene.

Cada cual tiene su propia forma de vivir, su propia actitud... pero nunca hay que perder de vista que la vida es lo que es y no lo que nos parece: recordarlo siempre es lo que nos puede alentar a volver a empezar.

Los santos que han existido a lo largo de la historia de Nuestra madre Iglesia han dado sobrados ejemplos de optimismo en medio de las adversidades. Cuando el optimismo está fundado en la fe en Dios, ahí todo cobra un nuevo sentido.

MEDITACIÓN SEMANAL

martes 8 de junio de 2010

A ti, que buscas a Dios

Hermano: pon en descanso tu propio corazón.

Tú, que buscas a Dios; tú, que sientes en tu alma el deseo de orar; tú, que percibes la voz del Señor que te invita a un encuentro profundo con Él, no desoigas su voz. Ten la serenidad y la disponibilidad necesarias para "perder tu tiempo" con Dios. Renuncia por un momento a tu actividad. Deja este ritmo de vida marcado, inexorablemente, por las agujas del reloj.

Vive tu tiempo para Dios como "un tiempo fuera del tiempo".

Está atento. No duermas, pero tampoco tengas prisa.

Piensa en ti. Busca recrear tu propio interior. No creas que esta actitud es egoísta.

Las personas que comparten tu vida no sólo necesitan de ti, o de tu servicio, o de tu disponibilidad. Esperan que tú les puedas decir con tu vida una palabra que nazca de dentro, una palabra del alma, una palabra que suene a silencio.

No vivas en actitud prescindente o alienada. Piensa que es necesario que renueves tu interioridad.

Para ello, dile al Señor un sí muy grande, muy sincero. Estás dispuesto a encontrarte con Él. Después, en la vida, tendrás que ser su testigo.

Ten en cuenta que en estos días te asediará la tentación de la actividad o de las prisas. Te molestará el recuerdo de las cosas que aún tienes por hacer. No te dejes vencer por estas preocupaciones. Ahora tienes un tiempo para renovarte a fondo, haciendo nuevo tu corazón, más disponible para amar y para darse.

Llora, sí, llora por ti. Reconoce tus pecados y, con ellos, el gran pecado de la superficialidad. Llora por tus egoísmos.

Deja a un lado el planteamiento activista de tu vida, la eficiencia, el "hacer por hacer" a cualquier precio, olvidando, incluso, lo más necesario, olvidando que eres tú y el Señor quienes hacen el camino.

Valora tu tiempo como un tiempo de Dios y para El. Busca hacer de tu vida una ofrenda de alabanza y de adoración al Padre por amor.

Pero, para ello, no puedes ignorar y desconocer la realidad del Señor vivo y presente en tu propio corazón, que llama sin cesar a la puerta de tu alma: "Estoy a la puerta y llamo -dice el Señor-. Si alguien me abre, cenaré con él y él conmigo".

Vive siempre en Dios, plenamente arraigado en la vida y, desde ella, aprende a orar la Palabra. Aprende a orar la Palabra, es la Palabra del Señor, tu Dios, tu Señor, tu Amor, tu Vida. Y para ello, busca sin cesar caminos de oración en tu vida. Buscar es amar y amar es buscar, el Espíritu Santo guía tu ruta. Escúchalo.

Mete a Dios en tu vida. Libérate para conseguirlo de todas aquellas ataduras que te dificultan el camino para descender a tu propio corazón.

No dudes en guardar en tu vida espacios reservados a la soledad y al silencio. Este es un tiempo privilegiado para ello.

En la soledad y en el silencio comprenderás la verdad de las palabras de Guillermo de Saint-Thierry: "El que vive en Dios nunca se siente menos solo que cuando está solo". Y Esto es así porque saborea su felicidad. Entonces es dueño de sí mismo, porque disfruta de Dios en él y de él en Dios.

Ama la soledad, donde el Señor te hablará al corazón para recordar su amor primero. Allí te capacitarás para acoger la Palabra, para orarla en tu vida.

"Una palabra habló el Padre -dice San Juan de la Cruz-, que fue su Hijo". Y esta Palabra siempre habla en el eterno silencio. Y en silencio ha de ser oída del alma.

Reconoce que caminar por la ruta del corazón te exigirá subir a la montaña y al desierto con el Señor para orar y para ser tentado, para ser probado.

El Espíritu te conducirá hacia el Monte Sinaí para reconocer la trascendencia de Dios y la inmensidad inabarcable de su misterio.

Pero también tendrás que subir a la montaña, donde podrás contemplar el rostro transfigurado y luminoso del Señor. Recuerda, sin embargo, que para los discípulos predilectos de Jesús, fue una visión fugaz, como para darles a entender que "más estima Dios en ti el inclinarte a la sequedad y al padecer por su amor &endash;dice, de nuevo, San Juan de la Cruz-, que todas las consolaciones y visiones espirituales y meditaciones que puedas tener".

No dudes en mantener tu fidelidad al camino que has emprendido cuando la oscuridad o el desconcierto se adueñen de tu alma. Ten fe. Él te ha llamado. Vive con amor tu andar, pues no consiste el amor en sentir mucho, sino en experimentar gran desnudez y sufrimiento por alcanzar a contemplar el rostro del Señor a quien amas. Él te ha hecho caminar en el deseo de contemplar su rostro.

Que puedas decir, en verdad, con el apóstol Pablo: "Para mí, vivir es Cristo", ya que, en encontrar esta vida has puesto tu empeño y tu vocación consagrada.

Conduce también tu corazón al Monte de los Olivos, que es el lugar donde aprenderás a vivir amorosamente y en cruz la voluntad del Padre. Desde este Monte verás ya el Calvario, el lugar de la Cruz.

No temas la Cruz, no la rehuyas. Para que tu alma pueda encontrarse cara a cara con el rostro del Señor, tendrás que poder decir, como Pablo, el apóstol a los Gálatas: "Estoy crucificado con Cristo. Vivo yo, más no soy yo, es Cristo quien vive en mí".

También subirás al Monte de las Bienaventuranzas. Escucharás en tu alma las palabras de Jesús. Te encontrarás, cara a cara, con la Palabra, el Verbo. El Señor Jesús, que te dice con fuerza: "Ten la alegría que yo tengo, la alegría plena. Sé feliz. Bienaventurados los pobres de alma. Bienaventurados los limpios de corazón. Bienaventurados los que sufren persecución por causa de la justicia. Bienaventurados… bienaventurados…".

Abandónate, para ello, al querer de Dios, aunque sea muchas veces un querer de Cruz.

"No te canses, que no entrarás en el sabor y la suavidad del Espíritu -dice Juan de la Cruz-, si no te dieres a la mortificación de todo esto que quieres".

Que tu alimento sea el evangelio, y tu apoyo el libro de los Salmos, oración de la vida y de la fe.

Canta a la vida con gozo, pues el Señor está en ti, Salvador y Rey. Sí, Él se hará más cercano cuando más atrás dejes tu propio camino y vayas realizando lo que Él quiere para ti.

Conviértete en hombre nuevo creado a imagen y semejanza de Dios. Para ello reconoce tu pecado y canta su misericordia que no tiene fin.

Ábrete a la misericordia y déjate salvar por el amor.

Confía tu oración al viento del Espíritu. Reconoce para ello tu pobreza. Que la humildad, la pequeñez de alma te haga libre. Acéptate con tus pobrezas y con tus limitaciones. Haz como el niño que se deja llevar por la mano amorosa del Padre.

Busca la comunión interior en la paz contigo mismo, en la serenidad y docilidad con la que aceptas las manifestaciones de Dios, y en la caridad, el amor fraterno que es tu norma de vida entre los hermanos. Sé para todos ellos, sacramento del encuentro de todos con el Señor. Ámalos y acéptalos en tu vida.

No hagas tu camino en solitario. Vive en comunión con los que comparten tu vida. La soledad en la que haces tu camino hacia el corazón, hacia el encuentro con Dios, ha de ser una soledad en comunión.

Mira, desde la perspectiva que te ofrece el camino esencial de tu búsqueda de Dios, el rostro nuevo que adquieren los hermanos. Reconoce en los más pequeños y pobres, en los que más sufren, el rostro de Cristo herido.

No dudes en pasar del amor a la soledad contemplativa, al encuentro de comunión con los hermanos. Hazte presente en ellos y hazlos presente en este tiempo de silencio. Son siempre parte esencial de tu camino de encuentro con Dios.

Descubre las manos que se tienden ante ti pidiendo tu ayuda, tu pan, tu consuelo. No llegarás al templo de Dios si pasas de largo ante el hermano herido en el camino. Recuerda la parábola del Buen Samaritano.

Vive el amor con libertad. No te ates, no condiciones tu vida con una manera de amar que te aparte del camino. Aprende a amar y a escuchar, pero ama si ilusiones, ama a tus hermanos tal y como son. Que no te limite el amor si los encuentras manchados por el polvo de la vida o el sudor y las lágrimas del dolor.

Ten un corazón bueno y se testigo de la ternura de Dios.

Siéntate en la mesa de comunión que es la Trinidad Santa que habita en tu alma. Ella está en ti, hace camino contigo. Es una fiesta de comunión.

Encuéntrate con el rostro de Cristo grabado en la cruz. Vive con intensidad su presencia sacramental en el Sagrario. El Maestro está aquí y te espera.

Reconocerás, a lo largo de tu ruta, que lo que más buscas y deseas ya está en ti.

Vive la comunión con la presencia divina de la gracia que está en lo más profundo de tu ser y haz como María: sé dócil a la obra de Dios en ti. Magnifica la grandeza de su amor con la misma verdad con la que reconoces tus límites.

Acoge al Espíritu Santo. Guarda en ti la Palabra, vive en Cristo y, como María, canta su misericordia sin fin.

por Jaume Boada i Rafí O.P.
(fuente: www.mercaba.org)

MEDITACIÓN SEMANAL

martes 8 de junio de 2010

A ti, que buscas a Dios

Hermano: pon en descanso tu propio corazón.

Tú, que buscas a Dios; tú, que sientes en tu alma el deseo de orar; tú, que percibes la voz del Señor que te invita a un encuentro profundo con Él, no desoigas su voz. Ten la serenidad y la disponibilidad necesarias para "perder tu tiempo" con Dios. Renuncia por un momento a tu actividad. Deja este ritmo de vida marcado, inexorablemente, por las agujas del reloj.

Vive tu tiempo para Dios como "un tiempo fuera del tiempo".

Está atento. No duermas, pero tampoco tengas prisa.

Piensa en ti. Busca recrear tu propio interior. No creas que esta actitud es egoísta.

Las personas que comparten tu vida no sólo necesitan de ti, o de tu servicio, o de tu disponibilidad. Esperan que tú les puedas decir con tu vida una palabra que nazca de dentro, una palabra del alma, una palabra que suene a silencio.

No vivas en actitud prescindente o alienada. Piensa que es necesario que renueves tu interioridad.

Para ello, dile al Señor un sí muy grande, muy sincero. Estás dispuesto a encontrarte con Él. Después, en la vida, tendrás que ser su testigo.

Ten en cuenta que en estos días te asediará la tentación de la actividad o de las prisas. Te molestará el recuerdo de las cosas que aún tienes por hacer. No te dejes vencer por estas preocupaciones. Ahora tienes un tiempo para renovarte a fondo, haciendo nuevo tu corazón, más disponible para amar y para darse.

Llora, sí, llora por ti. Reconoce tus pecados y, con ellos, el gran pecado de la superficialidad. Llora por tus egoísmos.

Deja a un lado el planteamiento activista de tu vida, la eficiencia, el "hacer por hacer" a cualquier precio, olvidando, incluso, lo más necesario, olvidando que eres tú y el Señor quienes hacen el camino.

Valora tu tiempo como un tiempo de Dios y para El. Busca hacer de tu vida una ofrenda de alabanza y de adoración al Padre por amor.

Pero, para ello, no puedes ignorar y desconocer la realidad del Señor vivo y presente en tu propio corazón, que llama sin cesar a la puerta de tu alma: "Estoy a la puerta y llamo -dice el Señor-. Si alguien me abre, cenaré con él y él conmigo".

Vive siempre en Dios, plenamente arraigado en la vida y, desde ella, aprende a orar la Palabra. Aprende a orar la Palabra, es la Palabra del Señor, tu Dios, tu Señor, tu Amor, tu Vida. Y para ello, busca sin cesar caminos de oración en tu vida. Buscar es amar y amar es buscar, el Espíritu Santo guía tu ruta. Escúchalo.

Mete a Dios en tu vida. Libérate para conseguirlo de todas aquellas ataduras que te dificultan el camino para descender a tu propio corazón.

No dudes en guardar en tu vida espacios reservados a la soledad y al silencio. Este es un tiempo privilegiado para ello.

En la soledad y en el silencio comprenderás la verdad de las palabras de Guillermo de Saint-Thierry: "El que vive en Dios nunca se siente menos solo que cuando está solo". Y Esto es así porque saborea su felicidad. Entonces es dueño de sí mismo, porque disfruta de Dios en él y de él en Dios.

Ama la soledad, donde el Señor te hablará al corazón para recordar su amor primero. Allí te capacitarás para acoger la Palabra, para orarla en tu vida.

"Una palabra habló el Padre -dice San Juan de la Cruz-, que fue su Hijo". Y esta Palabra siempre habla en el eterno silencio. Y en silencio ha de ser oída del alma.

Reconoce que caminar por la ruta del corazón te exigirá subir a la montaña y al desierto con el Señor para orar y para ser tentado, para ser probado.

El Espíritu te conducirá hacia el Monte Sinaí para reconocer la trascendencia de Dios y la inmensidad inabarcable de su misterio.

Pero también tendrás que subir a la montaña, donde podrás contemplar el rostro transfigurado y luminoso del Señor. Recuerda, sin embargo, que para los discípulos predilectos de Jesús, fue una visión fugaz, como para darles a entender que "más estima Dios en ti el inclinarte a la sequedad y al padecer por su amor &endash;dice, de nuevo, San Juan de la Cruz-, que todas las consolaciones y visiones espirituales y meditaciones que puedas tener".

No dudes en mantener tu fidelidad al camino que has emprendido cuando la oscuridad o el desconcierto se adueñen de tu alma. Ten fe. Él te ha llamado. Vive con amor tu andar, pues no consiste el amor en sentir mucho, sino en experimentar gran desnudez y sufrimiento por alcanzar a contemplar el rostro del Señor a quien amas. Él te ha hecho caminar en el deseo de contemplar su rostro.

Que puedas decir, en verdad, con el apóstol Pablo: "Para mí, vivir es Cristo", ya que, en encontrar esta vida has puesto tu empeño y tu vocación consagrada.

Conduce también tu corazón al Monte de los Olivos, que es el lugar donde aprenderás a vivir amorosamente y en cruz la voluntad del Padre. Desde este Monte verás ya el Calvario, el lugar de la Cruz.

No temas la Cruz, no la rehuyas. Para que tu alma pueda encontrarse cara a cara con el rostro del Señor, tendrás que poder decir, como Pablo, el apóstol a los Gálatas: "Estoy crucificado con Cristo. Vivo yo, más no soy yo, es Cristo quien vive en mí".

También subirás al Monte de las Bienaventuranzas. Escucharás en tu alma las palabras de Jesús. Te encontrarás, cara a cara, con la Palabra, el Verbo. El Señor Jesús, que te dice con fuerza: "Ten la alegría que yo tengo, la alegría plena. Sé feliz. Bienaventurados los pobres de alma. Bienaventurados los limpios de corazón. Bienaventurados los que sufren persecución por causa de la justicia. Bienaventurados… bienaventurados…".

Abandónate, para ello, al querer de Dios, aunque sea muchas veces un querer de Cruz.

"No te canses, que no entrarás en el sabor y la suavidad del Espíritu -dice Juan de la Cruz-, si no te dieres a la mortificación de todo esto que quieres".

Que tu alimento sea el evangelio, y tu apoyo el libro de los Salmos, oración de la vida y de la fe.

Canta a la vida con gozo, pues el Señor está en ti, Salvador y Rey. Sí, Él se hará más cercano cuando más atrás dejes tu propio camino y vayas realizando lo que Él quiere para ti.

Conviértete en hombre nuevo creado a imagen y semejanza de Dios. Para ello reconoce tu pecado y canta su misericordia que no tiene fin.

Ábrete a la misericordia y déjate salvar por el amor.

Confía tu oración al viento del Espíritu. Reconoce para ello tu pobreza. Que la humildad, la pequeñez de alma te haga libre. Acéptate con tus pobrezas y con tus limitaciones. Haz como el niño que se deja llevar por la mano amorosa del Padre.

Busca la comunión interior en la paz contigo mismo, en la serenidad y docilidad con la que aceptas las manifestaciones de Dios, y en la caridad, el amor fraterno que es tu norma de vida entre los hermanos. Sé para todos ellos, sacramento del encuentro de todos con el Señor. Ámalos y acéptalos en tu vida.

No hagas tu camino en solitario. Vive en comunión con los que comparten tu vida. La soledad en la que haces tu camino hacia el corazón, hacia el encuentro con Dios, ha de ser una soledad en comunión.

Mira, desde la perspectiva que te ofrece el camino esencial de tu búsqueda de Dios, el rostro nuevo que adquieren los hermanos. Reconoce en los más pequeños y pobres, en los que más sufren, el rostro de Cristo herido.

No dudes en pasar del amor a la soledad contemplativa, al encuentro de comunión con los hermanos. Hazte presente en ellos y hazlos presente en este tiempo de silencio. Son siempre parte esencial de tu camino de encuentro con Dios.

Descubre las manos que se tienden ante ti pidiendo tu ayuda, tu pan, tu consuelo. No llegarás al templo de Dios si pasas de largo ante el hermano herido en el camino. Recuerda la parábola del Buen Samaritano.

Vive el amor con libertad. No te ates, no condiciones tu vida con una manera de amar que te aparte del camino. Aprende a amar y a escuchar, pero ama si ilusiones, ama a tus hermanos tal y como son. Que no te limite el amor si los encuentras manchados por el polvo de la vida o el sudor y las lágrimas del dolor.

Ten un corazón bueno y se testigo de la ternura de Dios.

Siéntate en la mesa de comunión que es la Trinidad Santa que habita en tu alma. Ella está en ti, hace camino contigo. Es una fiesta de comunión.

Encuéntrate con el rostro de Cristo grabado en la cruz. Vive con intensidad su presencia sacramental en el Sagrario. El Maestro está aquí y te espera.

Reconocerás, a lo largo de tu ruta, que lo que más buscas y deseas ya está en ti.

Vive la comunión con la presencia divina de la gracia que está en lo más profundo de tu ser y haz como María: sé dócil a la obra de Dios en ti. Magnifica la grandeza de su amor con la misma verdad con la que reconoces tus límites.

Acoge al Espíritu Santo. Guarda en ti la Palabra, vive en Cristo y, como María, canta su misericordia sin fin.

por Jaume Boada i Rafí O.P.
(fuente: www.mercaba.org)

domingo, 29 de agosto de 2010

AVISOS IMPORTANTES

Darle click a la imagen
para agrandarlo


BENEDICTO XVI

VATICANO, 25 Ago. 10 / 09:02 am (ACI)En su habitual catequesis de la Audiencia General de este miércoles celebrada en Castel Gandolfo, el Papa Benedicto XVIexplicó que, como San Agustín,toda persona está llamada a no dejar de buscar nunca la Verdad, a Dios, sin importar la situación personal en la que se encuentre. Esta tarea se hace más urgente en medio de un mundo que busca imponer la dictadura del relativismo que no responde a las necesidades del corazón humano, explicó.

En la catequesis el Santo Padre exhortó a buscar en los santos a esos "compañeros de viaje" que acompañan en el camino de lavida. "Cada uno debería tener algún santo que le sea familiar, para sentirle cercano en la oración y en la intercesión, pero también para imitarlo". Por ello es necesario conocer más a los Santos, comenzando por aquellos de quienes uno lleva el nombre, leyendo sus vidas y escritos.

Benedicto XVI, señala Radio Vaticano, dijo luego: "estad seguros que se convertirán en buenos guías para amar todavía más al Señor, y en ayuda válida para vuestro crecimiento humano y cristiano. Como sabéis, también yo estoy unido de manera especial a las figuras de algunos Santos: entre ellos, además de San José y San Benito del que llevo el nombre, y a otros, está San Agustín, que he tenido el gran don de conocer, por decirlo de alguna manera, de cerca por medio del estudio y de la oración y que se ha convertido en un buen ‘compañero de viaje’, en mi vida y en mi ministerio".

Seguidamente puso ejemplo a San Agustín, quien se caracterizó por "la búsqueda inquieta y constante de la Verdad". Una característica, indicó, actual también en nuestra época en la que parece que el relativismo es paradójicamente la "verdad" que debe guiar el pensamiento, las opciones, los comportamientos. El Santo Obispo de Hipona, dijo el Papa, "es un hombre que no ha vivido jamás superficialmente", no ha buscado la "pseudo-verdad incapaz de dar paz duradera al corazón", sino "aquella Verdad que da sentido a la existencia y que logra que "el corazón encuentre serenidad y alegría".

"Sabemos que el suyo no fue un camino fácil: pensó encontrar la verdad en el prestigio, en la carrera, en la posesión de cosas, en las voces que prometían felicidad inmediata; cometió errores, atravesó tristezas, afrontó decepciones, pero –y esto es lo importante– no se detuvo nunca, no se conformó con lo que le daba unos destellos de luz; supo mirar en el interior de sí mismo y se dio cuenta, como escribe en sus Confesiones, que esa Verdad, ese Dios que buscaba con todas sus fuerzas, era más íntimo a él que él mismo, le había estado siempre al lado, no le había abandonado, estaba a la espera de poder entrar de manera definitiva en su vida".

San Agustín, prosiguió el Papa, "se dio cuenta que no era él quien había encontrado la Verdad, sino la Verdad que es Dios que le había encontrado". Y precisamente en este camino hacia la verdad es imprescindible el silencio: "las criaturas –escribía San Agustín– tienen que estar en silencio si quieren entrar en el silencio en el que Dios les habla". Por ello, resaltó Benedicto XVI, el mensaje de este santo es hoy más actual que nunca: "a veces se tiene una especie de temor al silencio, al recogimiento, a pensar en las propias acciones, o al sentido profundo de la vida".

"Se prefiere vivir –porque parece más fácil– con superficialidad, sin pensar, es más, se tiene miedo a buscar la Verdad, o quizá se tiene miedo de que la Verdad nos encuentre, nos aferre y nos cambie la vida, como sucedió a san Agustín", agregó.

Finalmente el Papa Benedicto XVI exhortó a los presentes, y con ello a todos los católicos a no dejar nunca de buscar la Verdad: "queridos hermanos y hermanas, querría deciros a todos, incluso a quienes en este momento pasan por dificultades en su camino en la fe, o a quien participa poco en la vida de la Iglesia, o a quien vive como si Dios no existiera, que no tengan miedo de la Verdad, que no interrumpan nunca el camino hacia ella, que no cesen nunca de buscar la verdad profunda sobre sí mismos y sobre las cosas, con los ojos del corazón. Dios nos dona su luz para que veamos el calor que hace sentir el corazón que nos ama y que desea ser amado".

En su saludo en español el Santo Padre se dirigió de manera particular a "los fieles de la Parroquia de Santa María la Mayor, de Andújar, así como a los demás peregrinos venidos de España, México y otros países latinoamericanos. Os invito a que os familiaricéis con la vida y los escritos de los santos, pues os ayudarán aamar cada vez más al Señor y a crecer como personas y como cristianos".

VIDEOS DE LA SEMANA


El problema de la humanidad es que hemos dejado de creer en Dios, y solo exigimos respuestas, cuando somos nosotros quienes debemos de cuidar nuestra casa y por nuestros hermanos, por eso Dios nos envió al mundo para que aprendamos a vivir en el, y seamos unidos, como todo padre quiere q sean sus hijos.


El señor es mi Pastor nada me faltara. Que lindo, pero será que estamos dejando que Jesús sea nuestro pastor, porque las ovejas oyen la voz del pastor y van donde El. Será que estamos obedeciendo la voz de Dios; quizá oimos y hacemos solo lo que nos gusta y conviene. meditemos "DIOS LOS BENDIGA"

TEMA DE LA SEMANA

sábado 28 de agosto de 2010

La virtud de la castidad

La castidad es una virtud. La virtud es una cualidad o un rasgo estable. Las virtudes, por lo tanto, no son actos o sentimientos, porque éstos son pasajeros y a menudo, momentáneos. Las virtudes son permanentes y, a semejanza de otras cualidades que no se dan con naturaleza, tienen que adquirirse durante algún tiempo y no se pierden con facilidad.

La virtud de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar lar racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana. La templanza es la virtud que afecta a los placeres de la comida, la bebida y la sexualidad. La castidad es el aspecto o parte de la templanza que se refiere a los placeres de la sexualidad.

La castidad tiene como finalidad inmediata ordenar toda la esfera de lo sexual de acuerdo con la norma moral, es decir, busca que la sexualidad este conforme a la moral y a las leyes naturales. Dentro de las funciones principales de la castidad se encuentran: el dominar y encauzar el placer sexual y ajustar los actos sexuales a su propia finalidad natural. Es decir, de acuerdo con nuestra razón ordenar nuestro instinto sexual.

Esto no significa suprimir o reprimir nuestra sexualidad, sino marcarle los límites que indica la ley moral. Y mucho menos es “sinónimo de continencia, ya que ésta puede darse en sujetos inmaduros, sin problemas aparentes en este campo, pero cuya tranquilidad es periférica por haberse obtenido con una fuerte represión. Las consecuencias no tardan en manifestarse por otros caminos, que aparentan no estar en relación directa con el sexo, pero que los propios psicólogos han sabido denunciar su verdadero significado”.

Se podría llegar a creer que la castidad se opone al amor, sino todo lo contrario lo favorece, porque se opone al placer egoísta que impide que el amor llegue a su plenitud humana y espiritual. Gracias a ésta virtud la persona integra su sexualidad respecto a su vocación, es decir, no pide que ordenemos nuestra sexualidad con respecto al amor y al dominio de sí mismo.

La castidad como toda virtud es una tarea y una labor personal. Esto significa que cada persona debe realizar un esfuerzo eminentemente personal.

(fuente: www.almas.com.mx)