DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO
Evangelio según San Lucas (Lc 12, 32-48)
domingo 8 de agosto de 2010
Dios es exigente con sus hijos... desde el Amor
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino. Vendan sus bienes y den limosnas. Consíganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla. Porque donde está su tesoro, ahí estará su corazón. Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos. Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, se estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre".
Entonces Pedro le preguntó a Jesús: "¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?" El Señor le respondió: "Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre, con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene. Pero si este siervo piensa: 'Mi amo tardará en llegar' y empieza a maltratar a los criados y a las criadas, a comer, a beber y a embriagarse, el día menos pensado y a la hora más inesperada, llegará su amo y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte que a los hombres desleales. El servidor que, conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le da, se le exigirá mucho, y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más".
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.
DIOS NOS HABLA
La Fe es un don de Dios. Es cierto. La Fe es una virtud. También es cierto. La Fe es un acto de la voluntad. Cierto también. Pero la Fe es, además, una actitud muy inteligente, porque por medio de la Fe recibimos por adelantado lo que esperamos poseer. ¿Que ... cómo es esto?
Dice San Pablo: “La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven” (Hb. 11, 1-2.8-19). Y ¿qué es lo que esperamos? Nada menos que el Reino de Dios. Y eso tendremos ... si creemos ... y si actuamos de acuerdo a esa Fe. Jesús mismo nos lo ha prometido: “No temas, rebañito mío, porque mi Padre ha tenido a bien darte el Reino” (Lc. 12, 32-48).
En estas lecturas vemos la conexión entre la Fe y la Esperanza. Esperamos porque creemos, ya que lo que esperamos no lo vemos ... al menos no claramente. Por la Fe creemos, entonces, en lo que no se ve. Creemos en lo que, sin comprobar, aceptamos como verdad. Creemos, además, en lo que esperamos recibir en la Vida que nos espera después de esta vida, aunque no lo veamos y aunque no lo podamos comprobar. Es decir, por la Fe podemos comenzar a gustar desde aquí lo que vamos a recibir Allá. Podemos comenzar a recibir por adelantado lo que luego tendremos en forma perfecta. Podemos comenzar a disfrutar en forma velada lo que se llama la “Visión Beatífica”, el ver a Dios “cara a cara” (1 Cor. 13, 12), “tal cual es” (1 Jn. 3, 2). De allí que la Iglesia Católica se atreva a decirnos en el Nuevo Catecismo: “La Fe es, pues, ya el comienzo de la Vida Eterna” (CIC # 163).
“Ahora, sin embargo, caminamos en la Fe, sin ver todavía” (2 Cor. 5, 7), y conocemos a Dios “como en un espejo y en forma opaca, imperfecta, pero luego será cara a cara. Ahora solamente conozco en parte, pero entonces le conoceré a El como El me conoce a Mí” (1 Cor. 13, 12-13). (cf. CIC #164)
Hay que vivir en Fe, aunque por ahora no podamos ver claramente, sino en forma opaca, imperfecta. A veces la Fe puede hacerse muy oscura. Puede ser puesta a prueba. Las circunstancias de nuestra vida pueden tornarse difíciles y entonces lo que creemos por Fe y lo que esperamos por Esperanza, podría opacarse, podría hasta esconderse. Es el momento, entonces, de afianzar nuestra Fe. De allí que mucha gente exclame ante ciertas situaciones: ¿Cómo se puede vivir sin Fe? ¿Cómo hubiera hecho si no tuviera Fe?
Sabemos que la Fe es un regalo de Dios. Y eso significa que tenemos toda su ayuda para que creamos en lo que esperamos y para que nuestra Fe no desfallezca nunca, aún en medio de las más complicadas situaciones.
Entonces nos toca imitar la Fe de la Santísima Virgen María que tuvo Fe en el momento increíble, pero gozoso, de la Anunciación. Y esa Fe suya no desfalleció jamás, ni siquiera en los momentos más dolorosos del sufrimiento de su Hijo, ni en el momento de su ausencia cuando lo colocó en el sepulcro.
Nuestra Fe tiene que ser como la de la Virgen. La Fe no puede ser una actitud momentánea o de algunos momentos. La Fe no puede ir en marcha y contra-marcha. La Fe tiene que ir acompañada de la perseverancia ... hasta el final. Bien lo dice Jesucristo: “Estén listos con la túnica puesta y las lámparas encendidas ... También ustedes estén preparados, porque a la hora que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre” (Lc. 12, 32-48).
(fuente: www.homilia.org)
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