domingo, 29 de agosto de 2010

DOMINGO...DÍA DEL SEÑOR

Domingo 22 de agosto de 2010


DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO
Evangelio según San Lucas 13, 22-30

En aquel tiempo, Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos, mientras se encaminaba a Jerusalén. Alguien le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?" Jesús le respondió: "Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta, pues Yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo: “¡Señor, ábrenos!” Pero él les responderá: “No sé quiénes son ustedes” Entonces le dirán con insistencia: “Hemos comido y bebido contigo y Tú has enseñado en nuestras plaza”'. Pero él replicará:”'Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de Mí todos ustedes los que hacen el mal”. Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se vean echados fuera. Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios. Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.
La puerta estrecha puede que ponga los pelos de punta a más de uno, que guiado por el temor piense que son demasiadas las condiciones, o demasiada la severidad. Solamente hay que amar de verdad. Ese es un perfume de los caros, de los que permanecen. Las prácticas externas, los cumplimientos son colonias que disimulan pero no penetran.

Siempre se ha dicho que los mejores perfumes, las mejores esencias se conservan en botes pequeños. Jamás podrá compararse un perfume concentrado con una garrafa de colonia de oferta. No se trata de cantidades sino de calidades. Lo mismo pasa con muchos de los espacios naturales, con esos rincones magníficos a los que no se puede acceder por autopista. Hay que caminar por senderos, a veces casi inaccesibles, hasta llegar a ellos.

La pregunta con la que se abre el evangelio de hoy también podríamos entenderla en este contexto: ¿serán pocos los que se salven? Jesús desde luego que no se dedica a hacer de adivino, de tertuliano sabelotodo, ni de sacacuartos con bola de cristal, pues tampoco él puede responder ya que no está en sus manos, pues es responsabilidad nuestra y dependerá de nuestro compromiso e interés. Jesús señala cuál es el camino: pasar por la puerta estrecha y esto, por lo que ha dicho a continuación no parece una tarea fácil, ni que esté asegurada por haber comido y bebido con él.

A partir de estos elementos creo que podemos sacar algunas conclusiones para nuestra vida. Lo primero que hay que decir es que es cierto que Jesús abrió la puerta de la salvación para todos nosotros pero eso no nos exime de nuestro compromiso cristiano. La puerta estrecha se abre con el picaporte del amor y la entrega incondicional, de la lucha desinteresada por la justicia y el bienestar de todos; de la fe vivida con un corazón abierto a Dios y a los demás. No son picaportes válidos los dorados de los que comulgan diariamente preocupados por su salvación individual, hemos comido y bebido contigo…[y no nos conoces], ni de los que hacen cola en el confesionario más preocupados por descargar su saco de faltas que por emprender con fuerza un verdadero camino de conversión que abra su conciencia al horizonte del amor, donde verdaderamente está Dios y no en el del cumplimiento, la amenaza y el infantilismo. Tampoco lo son, los picaportes de quienes viven su vida cristiana desde el burladero del cumplimiento, sin que les importe lo que pasa más allá de su nariz.

Por otra parte, el hecho de hablar de puerta estrecha puede llevarnos a pensar, quizá, en que lo que se quiere es adocenarnos, modelarnos de una determinada manera para que podamos atravesar el ansiado dintel. Hay que decir que no, que Jesús lo único que quiso uniformar era una forma de comportamiento que estuviese regida en todo momento por el amor al prójimo, como único camino para amar a Dios. Ese es el verdadero perfume, la esencia que cada cual guardamos en el corazón y hemos de repartir. Por tanto si se intentan poner otros acentos diferentes a este nos estaremos apartando claramente del que puso Jesús. Él no habla de números, tiempos y medidas exactas. Además esa entrada es universal, todos son admitidos, vengan de donde vengan. Todos los justos de la tierra que han luchado, amado y se han esforzado por su fe con sinceridad de corazón. El cristianismo se abre a todas las razas, a todas las culturas, a todas las expresiones sociales y personales sin ninguna restricción, vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur.

La salvación no es solamente para unos pocos. Jesús nos dice: no os preocupéis por el número, ni por las apariencias, preocupaos por el amor justo. Para vosotros, la puerta es estrecha, tenéis que esforzaros y cambiar. ¿Estamos dispuestos o preferimos continuar embadurnándonos de colonia para tapar nuestro egoísmo?

Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)

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