lunes, 22 de marzo de 2010

Jesús, Sacramento del Amor

Palabra del Domingo (Domingo 21 de Marzo del 2010)
Nuestra Madre Iglesia ofreció, el domingo pasado, una parábola del Señor, que revela el amor incondicional de Dios (Lc 15, 11-32). Hoy, para este Quinto Domingo de Cuaresma, nos presenta un texto que manifiesta a Jesús como el Sacramento de ese amor incondicional de Dios (Jn 8, 1-11).
El sublime respeto de la comunidadSe trata de la narración de una mujer atrapada en flagrante adulterio. Los exégetas la denominan perícopa “errática”, por encontrase en el Evangelio según Juan, cuando todo indica que procede de la tradición sinóptica. Nótese que los dos primeros versos encajarían muy bien en el relato de Lucas, donde leemos que Jesús “Durante el día enseñaba en el Templo y salía a pasar la noche en el monte llamado de los Olivos. Y todo el pueblo madrugaba para ir hacia Él y escucharle en el Templo (Lc 21, 37-38). El hecho de haber sido conservada e insertada en el cuarto Evangelio, demuestra el inmenso respeto que esta perícopa debió suscitar en las comunidades que formó y seguían a Juan, sin duda, por ostentar aspectos cristológicos de la mayor profundidad.
La entrañable compasión de JesúsTodo comenzó cuando un grupo de teólogos y fariseos llevó a una mujer sorprendida en adulterio, y con desprecio la colocaron frente a Jesús (véase v. 3). Aquellos conocedores de la Ley afirmaron que Moisés prescribió que en dichos casos la adúltera debía ser lapidada (véanse vv. 4-5a); no obstante, cuestionaron a Jesús: “¿Tú qué dices?” (v. 5b). El evangelista aclara que con esta pregunta pretendían ponerle una trampa (véase v. 6a).En medio del inmisericorde espectáculo, Jesús reaccionó con generosa compasión. Se inclinó y empezó a hacer trazos en el suelo (véase v. 6b). Pero ante la insistencia de los acusadores, Jesús se vio precisado a enfrentarlos: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra” (v. 7). Se fueron de uno en uno, empezando por los mayores, hasta quedar sólo Jesús y la mujer (véanse vv. 8-9).El Señor, entonces, con delicado respeto, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” (v. 10). Ella, desde lo más hondo de su agradecido corazón, reconociendo la amable misericordia de Jesús, le contestó: “Nadie, Señor” (v. 11a). Todo terminó con unas alentadoras palabras de Jesús: “Tampoco yo te condeno. Vete, y no vuelvas a pecar” (v. 11b).
¿Quién es Jesús?Cuánta razón asiste al Cardenal Carlo María Martini al enseñar que “La verdadera religiosidad sabe captar, sobre todo, más allá de todo, en el fondo de todo, el Misterio inefable del amor de Dios, la dulcísima presencia de un Dios que nos ama y que nos comprende en todo, que viene a nuestro encuentro, nos acoge, nos anima, nos sostiene, nos consuela”. Y esto ha quedado manifiesto en la compasiva actitud del Señor Jesús, conduciéndonos, por supuesto, a cuestionarnos ante el divino misterio que revela tan breve texto: ¿Quién es Jesús, que hasta se atreve a corregirle la plana al propio Moisés?

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