miércoles, 20 de enero de 2010

LA NUEVA CREACION


Ene 17, 2010 • Categoría: Palabra del Domingo
Juan López Vergara
El Evangelio que la Iglesia nos convida hoy en la mesa de la Eucaristía, trata del relato de la Boda de Caná. De éste reflexionaremos tres aspectos: La invitación joánica a contemplar desde la fe; la actuación de María como madre solícita y preclara maestra, y la consagración del matrimonio por parte del Señor Jesús (Jn 2, 1-11).
Ver en profundidad
El autor del Cuarto Evangelio es un teólogo consumado, quien seleccionó unos hechos de la vida de Jesús, entre los que sobresalen siete milagros, que concibe como “signos”: flechas indicadoras que impulsan a ver más allá del episodio concreto, a contemplar una realidad más profunda. Donde lo definitivo no es que Jesús cure a un ciego ni que alimente a una multitud o que resucite a un muerto, sino que Jesús es la Luz, el Pan bajado del Cielo, la Vida.
De los siete milagros, seis revelan similitudes con los reseñados por los sinópticos, excepto éste, que carece de paralelo en aquella tradición. Mediante dichos “signos”, San Juan ofrece extraordinaria materia de contemplación. Su intención fundamental, como explica al concluir su obra, radica en provocar la fe en Jesús (compárese Jn 20, 30-31). Los invitamos a meditar el Evangelio a la luz de esta perspectiva que su autor propone.

María, madre y maestra
A los tres días del encuentro de Felipe y Natanael con Jesús, el Evangelista sitúa en su obra una Boda en Caná, completando así el marco de una semana, que simboliza un tiempo nuevo, una nueva creación. Al enlace matrimonial asiste “la madre de Jesús” (v. 1). Es el primer personaje mencionado y desempeña la misión de informar a su Hijo de la terminación del vino: símbolo de la alegría (compárese Sal 4, 8). La respuesta de Jesús es áspera, pues conforme a la perspectiva teológica joánica, es inoportuna en el proceso de la vocación de Jesús, quien afirma: “Todavía no llega mi hora” (v. 4). La reacción de María es extraordinaria, por la confianza en su Hijo, ya que a pesar de la contestación, solicita a los sirvientes ponerse a las órdenes de Jesús (véase v. 5). El Evangelista presenta a María como esclarecida pedagoga y cristóloga comprometida. La escena continúa desarrollándose hasta terminar ratificando su objetivo: “Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él” (v. 11).
El primer “signo”
La Biblia comienza y finiquita con historias de parejas: El relato de Adán y Eva, y el grito orante de la Iglesia que espera el retorno de su esposo: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22, 20). Que el Evangelista escogiera el episodio de la boda como el primer “signo” realizado por Jesús, es significativo por indicar que en la vocación matrimonial cristaliza una nueva Creación. Conforme al plan divino, en cada unión matrimonial el hombre y la mujer renacen a una nueva existencia, lo cual ilustra un poema compuesto por Unamuno cuando murió su amadísima esposa: “¿Fue ella?/ ¿Fui yo quien se murió?/ ¿Fue ella? ¿fui yo quien morí?/ Pues yo no sé quién”…

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