domingo, 31 de enero de 2010

AÑO SACERDOTAL

Modelo sacerdotal de piedad mariana
y de atención a la niñez y la juventud,


San Juan Bosco


San Juan Bosco y la Virgen María

Este último día del mes lo dedica la Iglesia a la Festividad de un gran Santo, devotísimo de la Santísima Madre de Dios y Fundador de la Benemérita Congregación Religiosa de los Salesianos
Pbro. Tiberio Munari Chiomento
Misionero Xaveriano
“¡Quién sabe si un día serás sacerdote!”, comentó mamá Margarita después de que su hijito, Juan, de nueve años, le había contado un sueño.
El muchachito le narró que, encontrándose en un amplio espacio donde unos mozalbetes jugaban, y algunos blasfemaban, él se había lanzado en medio de ellos intentando, a puñetazos, callar a los que maldecían, pero que en aquel momento un hombre respetable le había dicho: “No con golpes, sino con el amor, podrás hacértelos amigos. Yo te daré una Maestra que te enseñará cómo”.
Y, como en un golpe de escena, se presentó una Señora de muy noble aspecto que le tomó de la mano, diciéndole: “¡Mira!” Y, al mirar, vio que aquellos mismos chiquillos se convertían en perros, gatos y otros diferentes animales. “He aquí tu campo de trabajo -le dijo la bella Señora-. Si tú te haces humilde y amable, verás el cambio de estos animales”. Y, en efecto, en un abrir y cerrar de ojos, aquellos animales se transformaron en mansos corderitos.
Este sueño marcó el futuro de Don Bosco, quien sería el gran educador de los jóvenes, guiado de la mano de aquella maravillosa Maestra.



Tacto y afecto para tratar a la juventud


Su apostolado comenzó en 1841, precisamente el 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, hablando con un chaval, Bartolomé Garelli, quien había sido maltratado por el sacristán, pero que luego, reconfortado y tratado con amabilidad por el Padre Juan, quien estaba a punto de salir a celebrar la Misa, le aseguró: “Tú eres mi amigo, y nadie te tocará”. Después de la Celebración Eucarística, Don Bosco le dio la primera lección de Catecismo y rezó con él un Ave María.
Cuarenta años más tarde, les confiaría a sus Religiosos Salesianos: “Todas las bendiciones que nos ha dado el Señor son fruto de esa Ave María”. Y es que, una semana después de aquel bondadoso episodio, Garelli regresó con otros nueve chamacos de su popular barrio de la Ciudad de Turín. De esa manera se constituyó el primer núcleo del Oratorio de San Francisco de Sales, lugar de encuentro juvenil dominical, fundado precisamente por Don Bosco.



María, eficaz Medianera


“La Virgen María ama a los jóvenes -les decía con insistencia- porque Ella es Madre, y las madres se preocupan más por los hijos jóvenes que por los adultos, ya que los pequeños y los adolescentes están en mayor peligro de ser engañados. Pero, si queremos la protección de la Virgen, de esta Madre Buena, son necesarias tres cosas: a) evitar, a toda costa, el pecado y las ocasiones de pecar; b) imitarla en sus virtudes; c) mostrarle algunos detalles de amor, como llevar encima una medalla; tener en la habitación alguna imagen suya; dar una pequeña limosna los sábados o en su día de fiesta. Si tú haces algo por Ella, Ella hará mucho más por ti.
“Finalmente, les doy un consejo que es un secreto: digan muchas veces al día -cuando quiere obtenerse un favor de la Virgen-: ¡María Auxiliadora, ruega por mí! Díganlo cuando suban o bajen las escaleras, cuando caminen por la calle o vayan a la escuela, y verán milagros. Son cuarenta y cinco años que yo lo repito, y hasta ahora nadie me ha desmentido”.
De este mismo Santo se relata que tuvo otro sueño, en octubre de 1844, en el cual vio una grandiosa Basílica, y en ella una faja blanca en la que podía leerse: “Esta es mi casa, de la que saldrá mi gloria”. A partir de entonces, sin tener dinero, comenzaría la construcción del Santuario de María Auxiliadora en Turín, ahora visitado todos los años por millones de peregrinos. “Yo no soy más que el cajero de la Virgen”, solía decir Don Bosco.
Por cierto, este Título de “Auxiliadora” fue uno de los cuatro que subrayó el Concilio Vaticano II, más de 100 años después: “Socorro, Mediadora, Abogada y Auxiliadora”. Y es Auxiliadora porque es Madre. De hecho, decía aquel virtuoso varón, dándole crédito a la Santísima Virgen: “Si ustedes me aman como hijos cariñosos, Yo los defenderé como Madre poderosa”.
Un último sueño de Don Bosco fue de tinte misionero. Lo tuvo en Barcelona en 1866, y lo refería con emoción a sus pupilos: “Desde una cumbre muy alta, vi una cantidad inmensa de chiquillos que corrían hacia mí y me decían: ‘Te hemos esperado tanto, tanto’… De pronto cambió la escena y apareció la misma Pastorcilla, que guiaba un inmenso rebaño de corderos, la cual me dijo: ‘¡Mira!”
Eran, sin duda, los muchachos de México, Argentina, Ecuador, Chile, Brasil y Uruguay, así como de Asia y de África, que asistían a los Oratorios, los colegios y escuelas, los aspirantados y noviciados, que serían fundados en todo el mundo por los Salesianos, hijos de Don Bosco.
A sus misioneros, él les recomendaba siempre tres cosas: muchas oraciones, mucho sacrificio y mucho tiempo. “El tiempo depende de Dios; el trabajo, de los misioneros; y las plegarias debemos suministrarlas nosotros, que estamos en la retaguardia”.

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