jueves, 18 de febrero de 2010

¿Quién es Jesús?

Domingo 14 de Febrero 2009
(Lc 6, 20-49)

El Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia ofrece hoy, forma parte del discurso conocido como “El Sermón de la llanura” (Lc 6, 20-49). Corresponde a su exordio, compuesto por cuatro bienaventuranzas y sus respectivas malaventuras; preciosa muestra del núcleo de la Buena Nueva predicada por Jesús (vv. 20-26).

¿A quiénes interpela Jesús?
El Señor dirige su discurso a sus más cercanos seguidores: “Mirando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo” (v. 20). Sin embargo, por el marco introductorio, Lucas indica que el mensaje abarca también al pueblo: “Jesús descendió del monte con sus discípulos y sus apóstoles y se detuvo en un llano. Allí se encontraba ‘mucha gente’, que había venido [...] ‘para escucharlo’ y ser curados” (vv. 17-18); y lo subraya durante el desarrollo del discurso: “los que me escucháis” (v. 27); y cuando introduce la parábola con que cierra el discurso: “Todo el que venga a Mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es semejante” (v. 47). Lucas indica, así, que Jesús dirige su anuncio al pueblo en general, a todos los que estén dispuestos a escuchar y a hacer vida su propuesta.

Los valores se invierten
El rico está en peligro por el hecho de ser rico: “Pero, ¡ay de ustedes, los ‘ricos’, porque ya tienen su consuelo!” (v. 24). Pero, ¿quién es “rico” conforme a los criterios evangélicos? Es “rico” quien vive placenteramente, olvidándose del pobre: “Había un hombre ‘rico’ que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno ‘pobre’, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del ‘rico’… pero hasta los perros venían y le lamían las llagas” (Lc 16, 19-21).

Asimismo, se considera “rico”, a quien deposita su confianza en sus riquezas: “Los campos de cierto hombre ‘rico’ dieron mucho fruto [...] y pensaba entre sí, diciendo: ‘Qué haré? [...] diré a mi alma: ‘Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche reclamarán tu alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’ Así es el que atesora riquezas para sí y no se enriquece en orden a Dios” (Lc 12, 13-21).

La propuesta de Jesús reinvierte los valores, al ubicar a los “ricos” en las antípodas del anuncio de las Bienaventuranzas. En el Evangelio según San Lucas, las Bienaventuranzas van seguidas de sus correspondientes “ayes”; los cuales no aparecen en Mateo (compárese 5, 3-12). ¿No se deberá a que la comunidad lucana se estaría mostrando indiferente hacia el hermano pobre?

Jesús afirma que sus seguidores deben alegrarse cuando los insulten y maldigan a causa del Hijo del hombre y, la razón que ofrece, es porque “así trataron sus padres a los profetas” (véase v. 23). Estas palabras entrañan una profunda revelación cristológica, pues si a quienes escuchan y ponen en práctica su mensaje, Jesús los compara con los profetas, entonces, ¿quién es Él?

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