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25 Jul 2013 04:30 AM PDT
Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de
manzanas. Un pequeño niño lo amaba mucho y todos los días jugaba alrededor de
él. Trepaba al árbol hasta el tope y él le daba sombra. Él amaba al árbol y el
árbol amaba al niño.
Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y nunca
más volvió a jugar alrededor del enorme árbol. Un día el muchacho regresó al
árbol y escuchó que éste le dijo tristemente:
"¿Vienes a jugar conmigo?",
pero el muchacho contesto:
"Ya no soy el niño de antes que jugaba
alrededor de enormes árboles. Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero
para comprarlos".
"Lo siento", dijo el árbol, "pero no tengo
dinero... Te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas. De esta manera
tú obtendras el dinero para tus juguetes".
El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las
manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho
nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar
triste.
Tiempo después, el muchacho regresó... el árbol
se puso muy feliz y le preguntó:
"¿Vienes a jugar conmigo?"
"No tengo tiempo para jugar. Debo de trabajar
para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos. ¿Puedes
ayudarme?".
"Lo siento, pero no tengo una casa, en todo
caso tú puedes cortar mis ramas y construir tu casa".
El joven cortó todas las ramas del árbol y esto
hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca más volvió desde esa vez y
el árbol volvió a estar triste y solitario.
Cierto día de un cálido verano, el hombre
regresó y el árbol estaba encantado.
"¿Vienes a jugar conmigo?", le preguntó el
árbol.
El hombre contestó:
"Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un
bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?".
El árbol contestó:
"Usa mi tronco para que puedas construir uno y
así puedas navegar y ser feliz".
El hombre cortó el tronco y construyó su bote.
Luego se fue a navegar por un largo tiempo.
Finalmente regresó después de muchos años y el
árbol le dijo:
"Lo siento mucho, pero ya no tengo nada que
darte, ni siquiera manzanas".
El hombre replicó:
"No tengo dientes para morder, ni fuerza para
escalar... ya estoy viejo".
Entonces el árbol con lágrimas en sus ojos le
dijo:
"Realmente no puedo darte nada.... la única
cosa que me queda son mis raíces muertas".
Y el hombre contestó:
"Yo no necesito mucho ahora, sólo un lugar para
descansar. Estoy tan cansado después de tantos años".
"Bueno", dijo el árbol, "las viejas raíces de
un árbol son el mejor lugar para recostarse y descansar.
Ven siéntate conmigo y descansa".
El hombre se sentó junto al árbol y éste,
derramó lágrimas de felicidad.
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