De entre las 400 familias que viven en
Varguinha, una de las favelas que integran el Complejo de Manguinhos, hasta hace
nueve meses de los lugares más peligrosos y afectados por el tráfico armado en
Río de Janeiro, la casa de María Lucía fue la escogida por el Papa, este jueves,
para entrar unos minutos y repartir bendiciones.
"Fue una sorpresa muy grande que yo misma ni
sabía. Mi responsabilidad aumentó mucho, como madre, como esposa, como abuela y
como misionaria", explica a ELMUNDO.es una emocionada María, tras el
encuentro.
En una sala de apenas nueve metros cuadrados
con dos sofás y estanterías llenas de globos blancos y amarillos, en homenaje a
los colores de la bandera del Vaticano, Francisco se dirigió en 'portuñol' a
esta familia, dio a todos la mano y se mostró cariñoso con la pequeña Olivia de
dos años, nieta de María. Durante la visita, los atónitos allí presentes que no
imaginaban tener al Santo Pontífice dentro de su vivienda, aprovecharon para
sacar fotos del momento.
Para esta mujer que no ha querido revelar su
edad, la visita del Papa "cambia mucho la vida de los jóvenes de la comunidad
porque ayuda a que no caigan en la droga o en la prostitución".
Nada más entrar en Varguinha, Francisco ha
bajado del Papamóvil, momento en el que le han entregado un collar verde,
amarillo, azul y blanco con el que ha continuado a pié el trayecto previsto,
durante el cual ha sido aclamado por una calurosa multitud. Muchos como Teresa
Marques de 65 años, le esperaban desde antes de salir el sol.
"Fue algo muy bueno, nunca pensé ver el Papa en
una comunidad de personas carentes", señala Teresa.
La favela de Manguinhos, conocida antaño como
la Franja de Gaza, debido a su violencia y el abandono a la que la condenaron
por ser uno de los puntos de la ciudad más afectados por el narcotráfico armado,
fue ocupada por policías y militares en octubre del año pasado, inaugurando una
nueva era aunque no exenta de dificultades.
El 'Papa de los pobres' se ha referido a ellas
en su discurso: "Ningún esfuerzo de pacificación será duradero, ni habrá armonía
ni felicidad para una sociedad que ignora y deja al margen, en la periferia,
parte de sí misma".
Desde 2008, las autoridades de Río de Janeiro
llevan a cabo su plan más ambicioso que consiste en "pacificar" las favelas, es
decir, eliminar la presencia de armas con vigilancia policial e implementar una
agenda social que permita el acceso a los servicios básicos.
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