miércoles, 28 de julio de 2010

LA ORACIÓN POR LOS DEMAS

…La oración, fuente de poder para los demás.

Cuando experimentamos en nosotros el gozo de la comunión con Cristo durante la oración, y somos juzgados dignos de llevar su cruz, no quiere decir que la oración haya llegado a su término. Es, al contrario, una invitación para comenzar a iniciarnos en el misterio de la oración que sobrepasa el entendimiento humano: descubrimos que nuestras oraciones se convierten para los demás en una fuente de poder espiritual.
…Aquel al que Cristo confía los secretos de su corazón y su misión para con los pecadores, recibe de Él el poder de acabar su obra y vivir su amor. Aquel que ama a los pecadores como Cristo los ama, que se compadece de los sufrimientos de pobres y enfermos, y que está dispuesto a desvivirse por ellos, es justamente el que es capaz de rezar por ellos y obtener su curación, su consuelo y su alivio.
…Cuando la oración se eleva al nivel del amor divino por una obediencia asidua al Espíritu y se abre en comunión con Cristo, se vuelve entonces poderosa y eficaz, al punto de ser para los demás una fuente de auxilio espiritual, de alivio y consuelo. Se vuelve incluso capaz de obtener para los demás la remisión de sus pecados. Porque el hombre que se une a Cristo por la oración se vuelve capaz de ponerse en el lugar del pecador, estando dispuesto a llevar sobre sí su pecado y toda su debilidad, y a aguantar en su lugar toda corrección y todo castigo. Se vuelve entonces, por el mismo hecho, en virtud de dicha disposición y de su unión con Cristo, capaz de pedir para los demás el perdón de sus pecados, y de obtenerlo.
…Aquí, la oración comienza a jugar uno de los más importantes roles para la salvación de los demás, para el perdón de sus pecados y la manifestación de la misericordia divina en aquellos que están lejos de Dios por indiferencia o ignorancia. Se convierte así en poderosa ayuda de la predicación, en fuerza misteriosa que se anticipa a la Palabra y prepara los corazones para recibir la remisión de los pecados y la salvación.
…Uno solo que ore con fervor, en su cuarto, en lo secreto, puede causar, por su unión con Cristo, la salvación de miles de personas.

…Dios emplea nuestras oraciones para la salvación de los demás.

Sabed pues que, cuando Dios nos atrae en la oración, no toma únicamente en consideración nuestra propia salvación, sino desea igualmente emplear nuestras oraciones para la salvación de los demás. Por eso, la oración es una de las obras más importantes y preciosas a los ojos de Dios. El hombre que hace esfuerzos en su vida de oración y progresa rápidamente en el espíritu de abandono y obediencia a la voluntad de Dios, se vuelve un buen soldado de Cristo Jesús (2 Tm. 2, 3). El mismo Señor lo convoca todos los días a estar en su presencia, y lo ejercita para interceder a favor de los demás hasta estar complacido. Recibirá pronto del Señor el poder de salvar numerosas personas y de llevarlas del camino de la muerte hasta el seno de Dios.
…El progreso de nuestra vida de oración se traduce en la intimidad de nuestro amor a Dios. Dicha intimidad es la consecuencia directa tanto de la satisfacción que Dios siente respecto nuestro en su condescendencia hacia nuestra debilidad como de la amplitud del horizonte de nuestra humanidad, es decir, de la intensa conciencia que tenemos de nuestro deber absoluto para con los otros, de nuestra responsabilidad espiritual hacia los pecadores y aquellos cuya fe o caridad es débil, de los que sufren o son oprimidos, para con aquellos que predican y anuncian la Palabra.
…Los grados superiores de la oración, en los cuales se alza hacia la perfección, tiene por signo la súplica ferviente con lágrimas a favor de los demás. Es como si nuestro progreso en la vida de oración nos fuera concedido para el provecho de nuestros hermanos débiles que no saben rezar. Orad los unos por los otros, para que seáis curados (St. 5, 16). Y cuando Santiago nos ordena llamar a los presbíteros de la Iglesia para que oren sobre el enfermo que sufre, a fin de curarlo, es porque el sacerdote se supone que está más avanzado que los demás hombres en la vida de oración, al haber recibido más gracias para ello y al haber sido puesto así a parte para consagrarse a orar por los demás.
…No podemos progresar en los grados de la oración, adquirir una verdadera seguridad junto a Dios, ni recibir el don de lágrimas más que en la medida del progreso de nuestra compasión para con aquellos que sufren y son ultrajados (sea por los hombres o por el pecado): Acordaos de los presos, como si estuvierais presos con ellos, y de los que son ultrajados, pensando que vosotros también tenéis un cuerpo (Hb. 13, 3). Dicho de otro modo, el progreso de nuestra intimidad con Dios, que tiene su centro en la oración, depende fundamentalmente de progreso de nuestro conocimiento de las cargas de los hombres y de nuestra disposición de llevarlas con ellos con más generosidad.
…Nuestra comunión con Cristo y con los sufrimientos de los hombres.

Nuestra comunión con la pena de aquellos que sufren, que están enfermos o son ultrajados, y nuestra capacidad de llevar sus cargas, no nos vienen de una simple filantropía humana, de una compasión pasajera o del deseo de ser bien vistos o recibir elogios: tal compasión estaría condenada a disminuir muy pronto, luego a desaparecer. Mas es por la oración perseverante, pura, sincera, que recibimos estos sentimientos, como un don de Dios que nos hace capaces, no solamente de perseverar en dicha comunión con los más débiles, sino de progresar en ello aún más, al punto de no poder vivir más sin ellos (1 Ts. 3, 8), y de no encontrar reposo más que en compartir sus penas y sus sufrimientos. El secreto de este carisma reside en nuestra comunión con Cristo, en nuestra participación en su naturaleza y sus cualidades divinas, de modo que sea Él quien obre en nosotros a la vez el querer y la operación misma (Flp. 2, 13). Así, nuestra comunión con los sufrimientos de los hombres y nuestra comunión con Cristo dependen fundamentalmente la una de la otra en el más alto grado; de modo que llevar la cruz de Cristo significa por el mismo hecho tomar parte en la cruz de los hombres sin restricción, hasta el final.
…Cuando disminuye la intimidad de nuestras relaciones con Cristo en la oración, indica que una grave enfermedad ha afectado a la oración en su misma esencia. Para aquellos que actúan, sirven y rezan por ellos, esto significa una gran pérdida, un fracaso seguro: comienzan entonces a entibiarse, a sentirse fatigados; en adelante, es con esfuerzo que deben cumplir los deberes que les eran en otro tiempo muy queridos; después acaban por descuidarlos y querer evadirlos y, finalmente, se abstienen de ellos y los rechazan. Porque sin Cristo, es imposible continuar sirviendo a los demás con una acción fecunda, sostenida y eficaz, y a Cristo no se lo alcanza más que en la oración.

…La búsqueda de uno mismo mancilla la oración.

…La oración alcanza su grado de pureza auténtica cuando nos olvidamos totalmente de nosotros, es decir, cunado cesamos de interesarnos en nosotros mismos y preferimos ocuparnos únicamente de las necesidades, las preocupaciones y la salvación de los demás. El grado de pureza perfecta de la oración es correlativo al grado del amor prefecto. Ahora bien, el amor no es verdaderamente auténtico más que cuando no busca su propio interés: el amor no busca su interés (1 Co. 13, 5). Interesarse por uno mismo, por sus propias necesidades –tanto espirituales como materiales- denota una imperfección del amor y, por consiguiente, una imperfección de la oración. La causa de ello es la imperfección de nuestro conocimiento interior de Cristo y de nuestra unión con él. Cristo ha dicho: no es mi voluntad lo que busco… (Jn. 5, 30). No hay amor más grande que dar la vida por los amigos (Jn. 15, 13). Quien ama su vida, la pierde (Jn. 12, 25). Amad a vuestros enemigos, orad por vuestros perseguidores (Mt. 5, 44).

…Olvidarse de si mismo en la oración es convertirse en embajador de Cristo.

…El olvido de sí comienza con un esfuerzo voluntario. Pero cuando se persevera en ello con sinceridad ante Dios, Él nos lo otorga como un don gratuito. Es entonces, espontáneamente, que no buscamos más el propio interés, sino que cada uno piensa antes en el de los demás (Fl. 2, 4).
…Cuando olvidamos deliberadamente nuestras propias necesidades en la oración y encontramos nuestro gozo únicamente en pedir, suplicar y desvivirte en provecho de los demás, entonces Dios mismo comienza a ocuparse de nosotros y a hacerse cargo de toda nuestra vida, tanto en el plano material como espiritual, hasta en los más pequeños detalles. Dicho de otro modo, cuando nos ocupamos de los demás, Dios se ocupa de nosotros; y cuando limitamos nuestra oración y nuestra súplica a las necesidades de los demas, Dios colma nuestras necesidades sin que se lo pidamos. Es así como se realiza, en medio de la oración, el designio salvífico de Cristo, a propósito del cual dijo a sus discípulos: Id, y haced discípulos a todas las naciones (Mt. 28, 19).
…Al hombre cuyo corazón se ha abierto a Dios, le basta Dios y no debe pedir nada más para si mismo. Aquel cuyo corazón no se ha abierto aún a Dios tiene necesidad de corazones amigos que se vuelquen a su favor ante Dios, a fin que Dios le sea propicio por la oración ferviente de sus hermanos. El hombre que ha conocido a Dios y lo ha amado se vuelve responsable ante Dios del hermano cuyo corazón no está aún abierto a Dios. Es así que Dios alcanza a los pecadores extraviados lejos de Él, por la oración de aquellos que lo aman y le están cerca.
…Quienes han amado a Cristo y le son fieles se vuelven sobre la tierra verdaderos embajadores de Cristo. Por sus oraciones y su disposición para desvivirse por los demás, reconcilian a Dios con los hombres y a los hombres con Dios: somos, pues, embajadores de Cristo… Os suplicamos en nombre de Cristo: Dejaos reconciliar con Dios (2 Co. 5, 20)
…En muchos casos, se vuelve imposible relacionarse con los pecadores y los descarriados, a causa de su hostilidad o de la vergüenza que sienten de hablar con nosotros. Pero por la oración, superamos estos obstáculos que nos separan de ellos; superamos su hostilidad y evitamos su vergüenza; porque por la oración, podemos acercarnos secretamente a su corazón, deslizarnos sin que lo sepan y gemir allí identificándonos con ellos, como si nosotros mismo fuéramos pecadores y descarriados, todo esto incluso antes de que nos conozcan y nos hablen. Pues bien, si desde el fondo del corazón, oramos y clamamos hacia Dios llevando el peso de sus faltas y su extravío, Dios los escucha a través nuestro; a pesar de su desobediencia natural, el arrepentimiento asalta sus conciencias y el llamado a volver se hace tan apremiante que se dirigen deprisa hacia Dios y hacia nosotros pidiendo nuestra ayuda.
…La oración es una fuerza de atracción por la cual el hombre atrae a su hermano por intermedio del Espíritu Santo, porque es por medio del Espíritu que Cristo atrae todo hacia él (Jn. 12, 32) y transforma en si mismo la dualidad en unidad (Ef. 2, 14).

…Tenemos gran necesidad de que se ore por nosotros.
No solamente los pecadores y descarriados tienen necesidad de que se ore para que se conviertan y lleguen al conocimiento de Dios, sino también nosotros, vosotros y yo, tenemos gran necesidad de las oraciones de los demás. Porque muy a menudo olvidamos examinar nuestra conciencia y nos dejamos arrastrar por graves faltas. Omitimos acusarnos de ellos durante largos años, y contribuyen a debilitar nuestra vida espiritual. A causa de esto, nuestra alma se encuentra desprovista del poder de Dios y de la acción manifiesta de la gracia. Hablamos de los pecados de los hombres, rezamos por los demás, mientras el pecado alimenta nuestros miembros, mancilla nuestros pensamientos y sustenta nuestras pasiones.
…Tenemos la más grande necesidad de que se ore por nosotros con fervor, a fin que el Espíritu nos revele los pecados que nos arrastran y se ocultan en nuestro corazón, y para que nuestra conciencia sea presa del arrepentimiento y se convierta. Podremos entonces recibir en nosotros el poder de Dios, y nuestras oraciones y todas nuestras obras serán reavivadas por el dinamismo manifiesto de la gracia. Las oraciones de los demás, cuando están dirigidas hacia nosotros con fuerza y discernimiento, estimulan nuestro ser interior. Se vuelven como saetas ardientes, brillantes, que iluminan nuestras conciencias y encienden nuestros corazones para que busquemos la conversión y la salvación. Las oraciones de los demás, cuando son fervientes, se convierten para el hombre de Dios en uno de los factores más importantes para renovar su vida y adquirir más energía espiritual.
…Incluso los santos, los profetas y los apóstoles tenían necesidad de las oraciones de los demás. Sin la oración de Cristo por él, san Pedro habría perecido para siempre por su negación y su fe habría desfallecido sin retorno (Lc. 22, 32). Del mismo modo, si la Iglesia no hubiera orado sin descanso por él, habría terminado su vida en prisión en el tiempo de Herodes (Hch. 12, 5). También san Pablo tenía una conciencia aguda sobre la importancia de la oración de los demás para que le sea dado “abrir la boca” para anunciar el mensaje del Espíritu y para que pueda perseverar en su ministerio. Así, no cesaba jamás de pedir a cada Iglesia que ore por él (Ef. 6, 19; Col. 4, 3; Rm. 15, 30, etc.). El santo, el profeta, el apóstol, no puede, pues, bastarse de su propia oración para si mismo o su ministerio, si que tiene vivamente la necesidad de que los demás oren por él, a fin de ser más plenamente colmado del poder divino, y para que la gracia suscite en él nuevas energías.
…Es así que la oración de los demás se vuelve, para quien obra o predica, una fuente irreemplazable de energía espiritual. En la medida en que las oraciones de los demás por él se hacen más fervientes, su acción se hace más eficaz; en tanto se persevera en arrodillarse por él ante el Señor, el ardor de su acción persiste y sus palabras reciben el poder y la eficacia del Espíritu Santo.

…La oración por los demás es una grave responsabilidad.
…La oración, en cuanto a su necesidad, pasa por tres grados:
…- Al comienzo, experimentamos esta necesidad como un “acto de fidelidad”, fidelidad del siervo para con su amo o su creador. Se le da gracias, se lo alaba y se lo glorifica a cambio de los favores que se han recibido de él. Se siente que de su mano que se recibe y se da (2 Co. 2, 9-14). Por eso es grave cesar de rezar. ¿Puede acaso el servidor cesar de ser fiel y permanecer aún en la casa?
…- Cuando se progresa en la oración, se percibe mejor la esencia misma de la oración en tanto ella expresa la relación vivificante que une al hombre con su Señor. El hombre que ora vive la vida de Dios, y aquel que descuida la oración no vive más que para si mismo, y no recibe en él los signos manifiestos de la vida divina. Si, pues, en sus comienzos, la oración expresa la “fidelidad del servidor”, se convierte después en un “signo de la vida eterna”.
…- Cuando se continúa progresando en la oración, se descubre una nueva dimensión importante: la oración se convierte en el canal por el cual pasa la relación del hombre con sus hermanos. El hombre experimenta, en efecto, que su oración ha comenzado a volverse para los demás también una fuente de vida y poder. Si alguien ve a su hermano cometer un pecado… que ore y le dará vida (1 Jn. 5, 16). Aquel, pues, que ora por los demás, levanta y hace revivir a las almas muertas o que estaban a punto de morir, según la palabra del Señor: resucitad a los muertos (Mt. 10, 8).
…Aquí, la oración comienza a volverse una “grave responsabilidad”; porque si, por cualquier razón, el hombre cesa de rezar por los pecadores que viven a su alrededor, y se olvida de suplicar en su favor, estos morirán en su pecado. Aquí, la negligencia en la oración llega a su colmo y acarrea muy graves consecuencias. El pecador muere en su pecado a alta de haber tenido el alma despierta, reanimada por la oración de los demás. ¿Cómo podrá entonces justificarse aquel que se olvide de rezar por él y lo prive así de la fuente de la vida de la cual Dios lo ha hecho responsable? ¿Veis la importancia de la oración?
…Si la oración, pues, al comienzo de la vida espiritual, parece ser necesaria, luego muestra ser, para aquellos que progresan en ella, esencial en la vida del Espíritu, volviéndose finalmente para quienes son iniciados en el misterio de la oración por los demás una de las más graves responsabilidades que Dios haya confiado jamás a los hombres.
…El hombre que siente la necesidad de orar por los pecadores y olvida rezar por ellos, comete una falta grave y se vuelve responsable de su muerte.
…Aquel, pues, que sabe hacer el bien, y no lo hace, se carga con un pecado (St. 4, 17).
…Por mi parte, me cuido de pecar contra el Señor, cesando de orar por vosotros (1 S. 12, 23).
…Quien ha recibido el poder de revivir un muerto y no lo revive se vuelve responsable de su muerte. La oración es la capacidad de traer de la muerte a la vida, puesto que el pecado es la muerte del alma y la oración el medio de obtener la remisión del pecado.
…La oración de la fe salvará al enfermo y el Señor lo restablecerá. Si ha cometido pecados, le serán perdonados (St. 5, 15).
…Estamos, pues, llamados a orar por los pecadores, no solamente para salvarlos de la muerte del pecado, sino también para no morir nosotros mismos a consecuencia de ellos. La oración que elevamos por ellos con insistencia, súplica y lágrimas, nos libera de la responsabilidad de su sangre y nos evita morir a causa de ellos (Ez. 3, 19; 33, 1-9).
…Es así que la oración de intercesión por los pecadores aumenta la proporción de miembros activos en la familia humana, haciendo al hombre responsable de la salvación de su hermano. Hijo de hombre, te he constituido guardián de la casa de Israel (Ez. 3, 17). Así es que el hombre vuelca su alma en la oración por los pecadores es constituido apóstol del mensaje de salvación para todas las categorías de pecadores, cercanos o lejanos a él, los que ha conocido durante su vida o los que no ha conocido jamás. Id, y haced discípulos a todas las naciones (Mt. 28, 19)
…Por la oración, el hombre se vuelve sacerdote, en el sentido de que se hace responsable de la salvación de los demás y capaz –en el amor, el don de sí mismo y la participación en el sacrificio y el sacerdocio de Cristo- de liberarlos de la condenación a muerte que les valía su pecado. Cargando su pecado, gimiendo desde el fondo del corazón bajo su peso y haciendo penitencia, se vuelve capaz, haciéndose pecador en su lugar, de pedir perdón por ellos y obtenerlo.
Viendo su fe, Jesús dijo al paralítico:Ánimo, hijo mío, tus pecados te son perdonados (Mt. 9, 2).




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