sábado, 8 de mayo de 2010

V Domingo de Pascua: Test del amor

DOMINGO: DIA DEL SEÑOR
(JUAN 13,31 33a.34 35) - Ciclo C

Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.
Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”. (Jn 13,31-33. 34-35).

Ámbar
Apenas los turistas descienden de sus autobuses se ven invadidos de una nube de vendedores que presentan sus productos, que ofrecen, tientan y casi obligan a que les lleven “una su mercancía”. Indudablemente que entre las más preciadas aparece el ámbar, como tesoro de Chiapas y como piedra preciosa que se convierte en presente obligado como recuerdo del viaje. Inmediatamente se acerca alguien diciendo como quien sabe “Mire, el ámbar es la única piedra preciosa de origen vegetal. Se forma de una resina de algunos árboles que datan de hace 25 a 40 millones de años y que con el tiempo sufrió un proceso de fosilización formando masas irregulares y extensas dentro de los estratos de arenisca y pizarras arcillosas de la edad terciaria… Éste es el auténtico, mire, usted lo puede comprobar…”. Y los astutos vendedores tanto de la calle como de algunos locales comerciales, ofrecen como auténtico ámbar simulaciones plásticas o de vidrio, artificiosamente elaboradas, con su “insecto incluido”, empotradas en bellas composiciones ¡de alambre! Y todo por unos cuantos pesos, pero es difícil a primera vista distinguir el ámbar falso. El verdadero ámbar es caro porque ha requerido millones de años en la oscuridad de la tierra, y claro que algunas piezas han atrapado y conservado algún pequeño insecto que ahora es estudiado y valorado por su antigüedad. Sí, igual que es difícil distinguir el verdadero amor.

Palabras últimas
En la última cena, en la cena de despedida, donde se abre el corazón y se dejan los encargos más urgentes, donde cada palabra es importante, Cristo nos da el último encargo: amar. Pero con verdadero amor. Como sucede con el ámbar también sucede con el amor: hay mercaderes de amor que salen a las calles, que ofrecen baratijas, que lo adornan o disimulan con contenidos falsos, que lo enredan en escaparates atractivos y lo ofrecen al mejor postor. Hay falsos amores que atraen y engañan, que encandilan. Pero el verdadero amor no es de momentos y ni de alucinaciones, sino de compromiso, de entrega. Así como el ámbar requiere el silencio y el tiempo para llegar a ser una piedra de valor, también el verdadero amor requiere del silencio, de la entrega y del tiempo para adquirir su verdadero valor. Los cristianos hemos hablado mucho de amor. Pero no siempre hemos acertado o no nos hemos atrevido a darle su verdadero contenido práctico a partir de las actitudes concretas de Jesús. Los cristianos no nos debemos cansar de insistir en que el amor fraterno es el verdadero test para descubrir la autenticidad de una comunidad que quiere ser la de Jesús.

Un encargo
El verdadero amor sobrevive a las dificultades más graves y a las oposiciones más hostiles. Hoy Jesús nos da el ejemplo: nos habla de su amor cuando acaba de vivir un momento de traición y está a punto de vivir el abandono de sus amigos. Entonces es cuando da su “encargo” a los apóstoles. Con frecuencia lo hemos llamado el mandamiento nuevo, pero el sentido de las palabras que utiliza Jesús no es precisamente el de una orden sino el de un encargo, de un regalo precioso que se debe cuidar. El amor no se impone por mandatos o por leyes, sino brota del corazón: “el encargo” que Jesús les hace en esos momentos a sus discípulos es que se quieran entre si, como el mismo Jesús en aquel momento los estaba queriendo. Antes ya había expresado que el amor a Dios iba de la mano con el amor a los hermanos porque sólo amando a las personas se ama a Dios. Quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso. El amor a los otros es la única prueba de nuestro amor a Dios.

Test del amor
La piedra de toque para descubrir si nuestro amor es verdadero nos la ofrece Jesús al hacernos este “encargo”. Nos invita al amor pero como Él nos ha amado. Si contemplamos la vida de Jesús nos encontraremos que tiene una forma muy peculiar de amar. En primer lugar se hace igual a quien ama, se encarna para hacerse hombre en todo igual a quienes ama. Nosotros hacemos al revés: queremos que los que amamos se parezcan a nosotros, que cambien a nuestros gustos y caprichos, que no sean personas independientes: “Te quiero pero sólo que te parezcas a mí y cumplas mis caprichos y expectativas”. Cristo ama al pecador aunque éste no se ha convertido y hasta da la vida por él. Nosotros no amamos a los que no nos toman en cuenta. Es más, a personas que deberíamos amar como los hijos, padres, cónyuges, compañeros de trabajo, no los amamos si ellos no nos demuestran simpatía y consideración. Jesús ama buscando la verdadera felicidad del otro; cuando se acerca a alguien lo cura tanto interiormente como exteriormente, permite que el otro alcance plena felicidad. Nosotros amamos para que nos hagan felices, para nuestro gusto y placer, por eso cuando el otro ya no nos satisface lo abandonamos y lo dejamos de lado. Jesús ama hasta dar la vida por el otro. Cuando nosotros amamos hasta destruimos la vida de los otros, los hacemos dependientes de nosotros, queremos que estén a nuestra disposición. El amor de Jesús es abierto y universal, no se encierra. Quiere que todos participen de su amor. Nuestro amor acapara, es celoso y envidioso, se cierra y no se hace fecundo hacia los demás. Jesús sabe perdonar, nosotros guardamos rencores y buscamos revanchas… ¿Se parece nuestro amor al de Jesús?

Obras son amores
El amor que Jesús nos encarga es muy concreto, se realiza al contemplar el rostro del que sufre. Muchas veces hemos dicho que debemos amar al prójimo viendo en él el rostro de Jesús y esto puede ayudarnos, pero ciertamente será más exigente amar como Jesús amó. Al estar en una situación especial ante cualquier persona, tendríamos que hacernos la pregunta: ¿cómo ama Jesús a este hermano? ¿Cómo lo debo amar yo? Si queremos amar como Él nos amó, es necesario también descubrir desde su actuación el modo concreto de vivir el amor, frente a los hermanos y no solamente un amor romántico, ideal e impersonal. El amor se transforma en acciones concretas a favor de la persona amada o no es verdadero amor. Sólo así podremos construir los cielos nuevos y la tierra nueva que nos presenta el Apocalipsis en este día. En el amor construiremos una nueva sociedad.

Señor, Tú que nos has enseñado que en el amor al prójimo se sintetiza toda tu vida y tu doctrina, enséñanos a superar nuestros egoísmos y nuestro individualismo, abre nuestro corazón al hermano e impúlsanos a construir “los cielos nuevos y la tierra nueva” en medio de nosotros, prenda de la verdadera Jerusalén celestial. Amén.


(JUAN 13,31 33a.34 35) - Ciclo C

Los políticos parecen tremendamente preocupados de su imagen. No sólo hay que ser, es casi más importante aparecer como se quiere ser. Las vallas publicitarias, los eslóganes de las campañas electorales cuidan ante todo la imagen del can didato. Al fin y al cabo, el elector se adhiere a una imagen, por ella vota. Los programas electorales quedan en una vaga indefinición ante el pueblo, que termina votando una imagen, un modelo, una persona, en un acto casi de fe, confianza y adhesión. Por eso es importante que la imagen no se deteriore, que llegue con claridad al elector, que sea percibida autentica mente, como ha sido programada con antelación.De la política como ejemplo me introduzco en la Biblia y leo: «Y dijo Dios: -Hagamos a un hombre a nuestra imagen y semejanza... Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gn 1,26-27). Y para descubrir la imagen de este Dios comienzo a espigar las páginas de la Biblia. Parece como si Dios no hubiera cui dado su imagen: se deja llevar de la ira, es vengativo, manda a Israel la práctica del anatema militar, que consistía en la destrucción total y sistemática de las ciudades conquistadas con sus hombres, animales y enseres, favorece el engaño y la traición, castiga despiadadamente, aprueba matanzas y asesi natos. Si el hombre está hecho a imagen de Dios, y éste es el Dios verdadero, me explico lo que ha sucedido: de tal palo, tal astilla...Pero sigo leyendo. Después viene Jesús y nos habla de Dios; al oírlo tengo la impresión de estar oyendo hablar de otro Dios. El Dios de Jesús ha cambiado de imagen, tiene otro rostro: el rostro del amor.Siento tan fuerte el contraste entre este Dios y el Dios antiguo, que vuelvo a releer los primeros versos de la Biblia, y comienzo a sospechar que es más bien el hombre quien ha hecho a Dios a su imagen y semejanza... Y me explico así toda esa ola de violencia y desamor divino que corre por las venas del Antiguo Testamento. Llego a pensar que ese Dios es un magnífico pedagogo que se va revelando poco a poco a su pueblo en la medida en que éste progresa hacia él.En el principio era norma la violencia sin medida, propia de un pueblo primitivo. Frente a la venganza de Lamec hasta setenta y siete veces (Gn 4,23-24), la ley del "talión" restringe los ímpetus humanos: «ojo por ojo, diente por diente»; no hay que excederse en el castigo (Ex 21,22-23); el libro del Exodo garantiza la vida con un absoluto «no matarás» (20,13); el Levítico prohibe vengarse de los conciudadanos y manda: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (19,17). En torno a este mandato de amor nació en Israel una legislación humani taria de la que Dios mismo se hace garante: pedirá cuenta de los delitos contra la vida, de las injusticias, de la opresión, de la vejación de los pobres, indigentes, extranjeros, viudas, huér fanos, desamparados de la sociedad. Con Jeremías, Dios mis mo se niega a estar en un templo al que acuden los que prac tican a diario la injusticia (Jr 7,lss).Sólo al final, con Jesús, la imagen de Dios se revela con nitidez: «Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros; igual que yo os he amado, amaos también entre vos otros. En esto conocerán que sois discípulos míos, en que os amáis unos a otros» (Jn 13,34-35). La medida del amor es el amor sin medida, practicado por el Maestro. La medida del amor supera el amor a la propia vida. Esta es la medida del amor divino que entregó a su Hijo a la muerte.Mucho tiempo le costó a la humanidad dar con este camino, hasta comprender que es el hombre el que está hecho a la imagen de Dios. Que todo ha sido un problema de imagen. Que sólo cuando los hombres rindan culto al Amor-Dios se acabará la ola de violencia que nos invade. En este sentido, nuestro mundo camina todavía por la prehistoria, adorando dioses falsos, falsas imágenes de un dios, fabricado a imagen y semejanza humana.

Publicado por CAMINO MISIONERO

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