"BUENA NUEVA" PASTORAL DE MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL Instrumento de Formación e Información
sábado, 27 de marzo de 2010
Escenarios de Cuaresma: El Calvario
El propio Cristo sigue viviendo y muriendo allí hasta el fin de los tiempos. Abriendo sus brazos en la Cruz, tomó sobre Sí todos los pecados de la Humanidad, todos y cada uno de los crímenes y traiciones de la Historia.
27/03/10 12:08 PM
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Comienza la Semana de Pasión. Se cubren de luto las imágenes en muchas iglesias, y los cristianos meditamos sosegadamente los capítulos más amargos y llenos de Amor del Evangelio. Este año, durante esta semana, os aconsejo leer la Pasión de Señor según San Lucas y según San Juan, puesto que ambos relatos serán proclamados en los templos la próxima -ya muy próxima- Semana Santa.
Nos dirigimos al Calvario. Tras el Tabor y el Sinaí, es el tercer monte de nuestra Cuaresma, y el cuarto de nuestros escenarios. Su nombre y las resonancias que produce en el alma parecen hablar de un monte de dolor, de angustia, de muerte... Y, sin embargo -no nos dejemos llevar por las tinieblas-, nos acercamos al Monte del Amor. No hay lugar en toda la Tierra donde se haya derramado más ternura. “Nadie tiene amor más grande” -nos dejó dicho el Señor- “que quien da la vida por sus amigos”... Allí, en la cima del Gólgota, Él dio la vida por sus amigos. Y sus amigos somos nosotros.
Entre los enamorados, se llenan de aroma aquellos lugares en que se manifestaron las primeras muestras de cariño: “bajo aquel árbol me besaste”, “en aquel camino te declaré mi amor”, “en esa cafetería me pediste que fuera tu esposa”... Para ellos, esos lugares no son simples puntos en un mapa o en un callejero. Son santuarios, tierra sagrada y llena de vida que parece conservar el tiempo y guardar el secreto de las experiencias vividas. Ante los ojos de un cristiano, el Calvario es el lugar más maravilloso de la Tierra: “allí entregaste tu vida por mí. Allí derramaste su Sangre por este pecador que jamás mereció tanto Amor. Allí, Jesús, me robaste el corazón”. El cristiano encuentra su morada en el Gólgota, y no quisiera salir de allí jamás. Por eso el cristiano enamorado vive, según San Pablo, “crucificado con Cristo” (Gál 2, 19).
El propio Cristo sigue viviendo y muriendo allí hasta el fin de los tiempos. Abriendo sus brazos en la Cruz, tomó sobre Sí todos los pecados de la Humanidad, todos y cada uno de los crímenes y traiciones de la Historia. De este modo, abarcó en el Madero los tiempos y los corazones, hasta el último día, hasta el último hombre, hasta el último pecado. Y, rompiendo la Historia a la vez que su Cuerpo, se derramó por los siglos llenándolo todo. Somos contemporáneos de Jesús Crucificado, y cuanto hacemos, pensamos, o decimos le afecta, le hiere hasta la muerte o le consuela junto a la mirada de María.
Subiendo hacia el Calvario, es a nuestro hogar a donde nos dirigimos. Donde está el Señor, allí está nuestro hogar. Y, en esta vida, en este tiempo presente, Jesús vive y muere en el Calvario. La Cruz es Tálamo Nupcial donde Cristo y el alma se desposan, y así el dolor, la enfermedad y la muerte se han convertido, para nosotros, en manto de dulzura que recubre la intimidad de un amor eterno. Descansaremos en ese Lecho, cerraremos los ojos, abrazados a Jesús, en ese Tálamo, y despertaremos, un día, en la Luz, en nuestro Hogar Eterno, donde ya no habrá noche... En el Cielo. En la Pascua.
José-Fernando Rey Ballesteros, sacerdote
Nos dirigimos al Calvario. Tras el Tabor y el Sinaí, es el tercer monte de nuestra Cuaresma, y el cuarto de nuestros escenarios. Su nombre y las resonancias que produce en el alma parecen hablar de un monte de dolor, de angustia, de muerte... Y, sin embargo -no nos dejemos llevar por las tinieblas-, nos acercamos al Monte del Amor. No hay lugar en toda la Tierra donde se haya derramado más ternura. “Nadie tiene amor más grande” -nos dejó dicho el Señor- “que quien da la vida por sus amigos”... Allí, en la cima del Gólgota, Él dio la vida por sus amigos. Y sus amigos somos nosotros.
Entre los enamorados, se llenan de aroma aquellos lugares en que se manifestaron las primeras muestras de cariño: “bajo aquel árbol me besaste”, “en aquel camino te declaré mi amor”, “en esa cafetería me pediste que fuera tu esposa”... Para ellos, esos lugares no son simples puntos en un mapa o en un callejero. Son santuarios, tierra sagrada y llena de vida que parece conservar el tiempo y guardar el secreto de las experiencias vividas. Ante los ojos de un cristiano, el Calvario es el lugar más maravilloso de la Tierra: “allí entregaste tu vida por mí. Allí derramaste su Sangre por este pecador que jamás mereció tanto Amor. Allí, Jesús, me robaste el corazón”. El cristiano encuentra su morada en el Gólgota, y no quisiera salir de allí jamás. Por eso el cristiano enamorado vive, según San Pablo, “crucificado con Cristo” (Gál 2, 19).
El propio Cristo sigue viviendo y muriendo allí hasta el fin de los tiempos. Abriendo sus brazos en la Cruz, tomó sobre Sí todos los pecados de la Humanidad, todos y cada uno de los crímenes y traiciones de la Historia. De este modo, abarcó en el Madero los tiempos y los corazones, hasta el último día, hasta el último hombre, hasta el último pecado. Y, rompiendo la Historia a la vez que su Cuerpo, se derramó por los siglos llenándolo todo. Somos contemporáneos de Jesús Crucificado, y cuanto hacemos, pensamos, o decimos le afecta, le hiere hasta la muerte o le consuela junto a la mirada de María.
Subiendo hacia el Calvario, es a nuestro hogar a donde nos dirigimos. Donde está el Señor, allí está nuestro hogar. Y, en esta vida, en este tiempo presente, Jesús vive y muere en el Calvario. La Cruz es Tálamo Nupcial donde Cristo y el alma se desposan, y así el dolor, la enfermedad y la muerte se han convertido, para nosotros, en manto de dulzura que recubre la intimidad de un amor eterno. Descansaremos en ese Lecho, cerraremos los ojos, abrazados a Jesús, en ese Tálamo, y despertaremos, un día, en la Luz, en nuestro Hogar Eterno, donde ya no habrá noche... En el Cielo. En la Pascua.
José-Fernando Rey Ballesteros, sacerdote
viernes, 26 de marzo de 2010
jueves, 25 de marzo de 2010
miércoles, 24 de marzo de 2010
LA VOZ DEL PAPA
S.S. BENEDICTO XVI
Misericordia de Dios no condena,
sino que exige retomar camino de conversión
VATICANO, 21 Mar. 10 (ACI).-Al presidir este mediodía el Ángelus dominical en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI explicó que la Misericordia de Dios es expresión de su inmenso amor, no condena al pecador, a ningún hombre o mujer, sino que exige retomar constantemente el camino de la conversión a Él usando como herramienta especialísima el Sacramento de la Reconciliación.
En el quinto domingo de Cuaresma, el Santo Padre reflexiona sobre el pasaje bíblico de la mujer que es encontrada en adulterio y llevada luego ante Jesús por parte de los fariseos, para "ponerlo a prueba".
"Los acusadores hipócritas fingen confiarle el juicio, cuando en realidad es a Él mismo a quien quieren acusar y juzgar. Jesús, por su parte, está 'lleno de gracia y verdad'. Él sabe lo que hay en el corazón de cada hombre, quiere condenar el pecado, pero salvar al pecador, desenmascarar la hipocresía", explica el Pontífice.
sino que exige retomar camino de conversión
VATICANO, 21 Mar. 10 (ACI).-Al presidir este mediodía el Ángelus dominical en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI explicó que la Misericordia de Dios es expresión de su inmenso amor, no condena al pecador, a ningún hombre o mujer, sino que exige retomar constantemente el camino de la conversión a Él usando como herramienta especialísima el Sacramento de la Reconciliación.
En el quinto domingo de Cuaresma, el Santo Padre reflexiona sobre el pasaje bíblico de la mujer que es encontrada en adulterio y llevada luego ante Jesús por parte de los fariseos, para "ponerlo a prueba".
"Los acusadores hipócritas fingen confiarle el juicio, cuando en realidad es a Él mismo a quien quieren acusar y juzgar. Jesús, por su parte, está 'lleno de gracia y verdad'. Él sabe lo que hay en el corazón de cada hombre, quiere condenar el pecado, pero salvar al pecador, desenmascarar la hipocresía", explica el Pontífice.
San Agustín, explica el Papa Benedicto, refiere que el gesto de Jesús escribiendo con el dedo en la tierra lo muestra "como el legislador divino. Dios escribe la ley con su dedo sobre tablas de piedra. Jesús es entonces el Legislador, es la Justicia en persona. ¿Y cuál es su sentencia? 'Quien de ustedes esté libre de pecado, que tire la primera piedra'. Estas palabras tienen la poderosa fuerza de la verdad, que derriba el muro de la hipocresía y abre las conciencias a una justicia más grande, la del amor, en el que está el cumplimiento de todo precepto. Es la justicia que ha salvado también a Saulo de Tarso, transformándolo en San Pablo".
Tras comentar la absolución que Jesús da a la mujer adúltera "la introduce en una nueva vida, orientada al bien", el Santo Padre señala que "Dios desea para nosotros sobre todo el bien y la vida, Él da la salud a nuestra alma por medio de sus ministros, liberándonos del mal con el Sacramento de la Reconciliación, para que ninguno se pierda, sino que todos tengan modo de convertirse".
Tras comentar la absolución que Jesús da a la mujer adúltera "la introduce en una nueva vida, orientada al bien", el Santo Padre señala que "Dios desea para nosotros sobre todo el bien y la vida, Él da la salud a nuestra alma por medio de sus ministros, liberándonos del mal con el Sacramento de la Reconciliación, para que ninguno se pierda, sino que todos tengan modo de convertirse".
En este Año Sacerdotal, continuó, "deseo exhortar a los pastores a imitar al Santo Cura de Ars en el ministerio del perdón sacramental, para que los fieles redescubran su significado y belleza, y sean resanados por el amor misericordioso de Dios, que 'llega incluso a olvidar voluntariamente el pecado, además de perdonarnos'".
"Queridos amigos, aprendamos del Señor Jesús a no juzgar ni a condenar al prójimo. Aprendamos a ser intransigentes con el pecado –¡a partir del nuestro!– e indulgentes con las personas. Que nos ayude en esto la Santa Madre de Dios, quien exenta de toda culpa, es mediadora de gracia para todo pecador arrepentido", concluyó.
lunes, 22 de marzo de 2010
QUIEN SE ATREVE A CONDENAR, NO HABLA EN NOMBRE DE DIOS
INTRODUCCIÓN
La principal característica de las tres lecturas de hoy es que nos invitan a mirar hacia adelante. Isaías desde la opresión del destierro, promete algo nuevo para su pueblo. Pablo quiere olvidarse de lo que queda atrás y sigue corriendo hacia la meta. Jesús abre a la adúltera un horizonte de futuro que los fariseos estaban dispuesto a cercenar.
El encuentro con el verdadero Dios nos empuja siempre hacia lo nuevo. En nombre de Dios nunca podemos mirar hacia atrás. A Dios no le interesa para nada nuestro pasado. A mí debería interesarme, solo en cuanto me permite descubrir mis verdaderas actitudes del presente y ver lo que tengo que rectificar. En este tiempo de cuaresma, que es camino hacia la Pascua (plenitud), es interesante que recordemos esto.
CONTEXTO
CONTEXTO
El texto que acabamos de leer, está en un contexto artificial. No se encuentra en ningún otro evangelista y, seguramente ha sido añadido al evangelio de Juan. No aparece en los textos griegos más antiguos y ninguno de los Santos Padres lo comenta.Está más de acuerdo con la manera de redactar de Lucas; incluso aparece incorporado a este evangelio en algunos códices. Está garantizado que es un relato muy antiguo y su mensaje está muy de acuerdo con todos los evangelios, incluido el de Juan.Puede ser que la supresión y los cambios se deban a su increíble mensaje de tolerancia y perdón, que se podía interpretar como lasitud o permisividad, en un tema tan sensible como el sexual.
EXPLICACIÓN
EXPLICACIÓN
En el relato, se destaca de manera clara el “fariseísmo” de los letrados y fariseos, acusando a la mujer y creyéndose ellos puros. Si con toda certeza saben que es culpable, ¿por qué no la ejecutan ellos? No aceptan las enseñanzas de Jesús, pero con ironía le llaman “Maestro”.El texto nos dice expresamente que le estaban tendiendo una trampa. En efecto, si Jesús consentía en apedrearla, no sólo perdería su fama de bondad y misericordia, sino que iría contra el poder civil, que desde el año treinta había retirado al Sanedrín la facultad de ejecutar a nadie. Si decía que no, se declaraba abiertamente en contra de la Ley, que lo prescribía expresamente. Como tantas veces, en el evangelio, los jefes religiosos están buscando la manera de justificar la condena de Jesús.También queda patente el absoluto menosprecio por la mujer. Si los pescaron “in fraganti”, ¿dónde estaba el hombre? (La Ley mandaba apedrear a ambos).Hay que tener en cuenta que se consideraba adulterio la relación sexual de un casado con una mujer casada, no la relación de un casado con una soltera. ¿Por qué? Muy sencillo: la mujer se consideraba propiedad del marido, con el adulterio se perjudicaba al marido, por apropiarse de algo que era de él (la mujer). Cuando el marido engañaba a su mujer con una soltera, su mujer no tenía ningún derecho a sentirse ofendida.¡Cómo iba a estar de acuerdo Jesús con esta aberración! ¡Como iba a considerar venida de Dios, una Ley que estaba de acuerdo con esta desigualdad humillante! ¡Qué poco han cambiado las cosas en dos mil años! Hoy seguimos midiendo con distinto rasero la infidelidad del hombre y de la mujer.Aparentemente, Jesús está dispuesto a que se cumpla la Ley, pero pone una simple condición: que tire la primera piedra el que no tenga pecado. El tirar la primera piedra era obligación o “privilegio” del testigo. De ese modo se quería implicar de una manera rotunda en la ejecución y evitar que se acusara a la ligera a personas inocentes. Tirar la primera piedra era responsabilizarse de la ejecución.Nos está diciendo que aquellos hombres todos acusaban, pero nadie quería hacerse responsable de la muerte de la mujer. En una ocasión, Jesús tuvo que advertir que no vino a abolir la Ley sino a darle plenitud; porque buscando la auténtica justicia algunos le acusaban de falta de legalidad, por ir más allá de la Ley.En contra de lo que nos repetirán hasta la saciedad durante estos días, Jesús perdona a la mujer, antes de que se lo pida; no exige ninguna condición. No es el arrepentimiento ni la penitencia lo que consigue el perdón, sino que es el descubrimiento del amor incondicional lo que debe llevar a la adúltera al cambio de vida.Tenemos aquí otro gran margen para la reflexión. El perdón por parte de Dios es lo primero. Cambiar de perspectiva será la consecuencia de haber tomado conciencia de que Dios es Amor y está en mí.
APLICACIÓN
APLICACIÓN
Es incomprensible e inaceptable que después de veinte siglos, siga habiendo cristianos que se identifiquen con la postura de los fariseos. Sigue habiendo “buenos cristianos” que ponen el cumplimiento de la “Ley” por encima de las personas. La base y fundamento del mensaje de Jesús es precisamente que, para el Dios de Jesús, el valor primero es la persona de carne y hueso, no la institución ni la “Ley”.
El PADRE estará siempre con los brazos abiertos para el hermano menor y para el mayor. La cercanía que manifestó Jesús hacia los pecadores, no podía ser comprendida por los jefes religiosos de su tiempo porque se habían hecho un Dios justiciero.Para ellos el cumplimiento de la Ley era el valor supremo. La persona estaba sometida al imperio de la Ley. Por eso no tienen ningún reparo en sacrificarla en nombre de ese Dios inmisericorde. Por el contrario, Jesús nos dice que la persona es el valor supremo y no puede ser utilizada como medio para conseguir nada. Todo tiene que estar al servicio de los individuos.Ésta es la enseñanza más original de Jesús. Desde el Paleolítico, los seres humanos buscaron verse libres de sus culpas por medio de un “chivo expiatorio”. En todas las culturas y en todas las religiones, podemos encontrar esta exigencia de los dioses. El colmo de esta servidumbre fue el sacrificio de un ser humano como medio de aplacar a los dioses. Una persona “elegida” como instrumento de propiciación y sacrificada, garantizaba la supervivencia y el bienestar del resto del pueblo.Jesús nos dice que lo más preciado para Dios es precisamente la persona concreta. Que la causa del Dios es la causa de cada ser humano. Lo más contrario a Dios es machacar a un ser humano, sea con el pretexto que sea.En esta celebración de Semana Santa, es muy importante que seamos capaces de no aplicar a Jesús precisamente lo que vino a desbaratar. Explicar la muerte de Jesús como sacrificio exigido por Dios para poder amarnos, va en contra de la esencia del mensaje del mismo Jesús. La muerte de Jesús es fruto de la estupidez humana, no exigencia de Dios.Ni siquiera debemos estar mirando a lo negativo que ha habido en nosotros. El pecado es siempre cosa del pasado. No habría pecado ni arrepentimiento si no tuviéramos conciencia de que podemos hacer las cosas mejor de lo que las hemos hecho.Con demasiada frecuencia la religión nos invita a revolver en nuestra propia mierda, sin hacernos ver la posibilidad de lo nuevo, que seguimos teniendo, a pesar de nuestros fallos. Dios es plenitud y nos está siempre atrayendo hacia Él. Esa plenitud hacia la que tendemos, siempre estará más allá. Será como un anhelo que nos dejará sin aliento por lo no conseguido. Será como el horizonte que se aleja en la medida que queremos alcanzarlo.En la relación con el Dios de Jesús tampoco tiene cabida el miedo. El miedo es la consecuencia de la inseguridad. Cuando buscamos seguridades, tenemos asegurado el miedo. Miedo a no conseguir lo que deseamos, o miedo a perder lo que tenemos. Una y otra vez Jesús repite en el evangelio: "no tengáis miedo".El miedo paraliza nuestra vida espiritual, metiéndonos en un callejón sin salida. El acercamiento al verdadero Dios tiene que ser siempre liberador. La mejor prueba de que nos relacionamos con un ídolo, y no con Dios, es que nuestra religiosidad produce miedos.El evangelio nos descubre la posibilidad que tiene el ser humano de enfocar su vida de una manera distinta a la habitual. La “buena noticia” consiste en que el amor de Dios al hombre es incondicional, es decir no depende de nada ni de nadie. Me ama porque es amor. Su esencia es el amor y no puede dejar de amar sin destruirse a sí mismo.Pero nosotros seguimos empeñados en mantener la línea divisoria entre el bueno y el malo. Fijaros que Jesús lo que hace es destruir esa línea divisoria. ¿Quién es el bueno y quien es el malo? ¿Puedo yo dar respuesta a esta pregunta? ¿Quién puede sentirse capacitado para acusar a otro hasta la muerte? El fariseísmo sigue arraigado en lo más hondo de nuestro ser.La parábola del domingo pasado nos puede dar pistas para entender el episodio de hoy, que no es una parábola, sino un suceso concreto. La adúltera ha desplegado su hermano menor y se cree digna de condena. Los fariseos actúan desde su hermano mayor y se creen con derecho a condenar. Jesús está ya identificado con el Padre y unifica los tres.Tanto el menor como el mayor tienen que ser superados. Una vez más descubrimos que el menor está dispuesto a cambiar con más facilidad que el mayor.Seguimos empeñados en echar la culpa al otro, y naturalmente es el otro el que tiene que cambiar. Los tres personajes conviven en cada uno de nosotros y, aunque esa sea la meta, nunca nos podremos desembarazar, del todo, de los dos hermanos para llegar a ser el Padre.
Meditación-contemplaciónTampoco yo te condeno.
Meditación-contemplaciónTampoco yo te condeno.
Jesús nos dice, sin paliativos, que Dios no condena.Todo aquel que se atreve a condenar, no habla en nombre de Dios.
Mientras esto no lo tenga claro, no daré un paso en la vida espiritual..............................
Si uno te ayuda a descubrir tus fallos,te está ayudando a encontrar el camino de tu plenitud.
Si alguien te convence de que eres una piltrafa,te está metiendo por un callejón sin salida..........................
Dios no es un ser que ama. DIOS ES AMOR y solo amor.
Cuando atribuimos cualidades a Dios, lo ridiculizamos.
Si descubro ese AMOR en lo más hondo de mí,todo mi ser quedará empapado, trasformado en amor...........................
Jesús, Sacramento del Amor
Palabra del Domingo (Domingo 21 de Marzo del 2010)
Nuestra Madre Iglesia ofreció, el domingo pasado, una parábola del Señor, que revela el amor incondicional de Dios (Lc 15, 11-32). Hoy, para este Quinto Domingo de Cuaresma, nos presenta un texto que manifiesta a Jesús como el Sacramento de ese amor incondicional de Dios (Jn 8, 1-11).
El sublime respeto de la comunidadSe trata de la narración de una mujer atrapada en flagrante adulterio. Los exégetas la denominan perícopa “errática”, por encontrase en el Evangelio según Juan, cuando todo indica que procede de la tradición sinóptica. Nótese que los dos primeros versos encajarían muy bien en el relato de Lucas, donde leemos que Jesús “Durante el día enseñaba en el Templo y salía a pasar la noche en el monte llamado de los Olivos. Y todo el pueblo madrugaba para ir hacia Él y escucharle en el Templo (Lc 21, 37-38). El hecho de haber sido conservada e insertada en el cuarto Evangelio, demuestra el inmenso respeto que esta perícopa debió suscitar en las comunidades que formó y seguían a Juan, sin duda, por ostentar aspectos cristológicos de la mayor profundidad.
La entrañable compasión de JesúsTodo comenzó cuando un grupo de teólogos y fariseos llevó a una mujer sorprendida en adulterio, y con desprecio la colocaron frente a Jesús (véase v. 3). Aquellos conocedores de la Ley afirmaron que Moisés prescribió que en dichos casos la adúltera debía ser lapidada (véanse vv. 4-5a); no obstante, cuestionaron a Jesús: “¿Tú qué dices?” (v. 5b). El evangelista aclara que con esta pregunta pretendían ponerle una trampa (véase v. 6a).En medio del inmisericorde espectáculo, Jesús reaccionó con generosa compasión. Se inclinó y empezó a hacer trazos en el suelo (véase v. 6b). Pero ante la insistencia de los acusadores, Jesús se vio precisado a enfrentarlos: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra” (v. 7). Se fueron de uno en uno, empezando por los mayores, hasta quedar sólo Jesús y la mujer (véanse vv. 8-9).El Señor, entonces, con delicado respeto, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” (v. 10). Ella, desde lo más hondo de su agradecido corazón, reconociendo la amable misericordia de Jesús, le contestó: “Nadie, Señor” (v. 11a). Todo terminó con unas alentadoras palabras de Jesús: “Tampoco yo te condeno. Vete, y no vuelvas a pecar” (v. 11b).
¿Quién es Jesús?Cuánta razón asiste al Cardenal Carlo María Martini al enseñar que “La verdadera religiosidad sabe captar, sobre todo, más allá de todo, en el fondo de todo, el Misterio inefable del amor de Dios, la dulcísima presencia de un Dios que nos ama y que nos comprende en todo, que viene a nuestro encuentro, nos acoge, nos anima, nos sostiene, nos consuela”. Y esto ha quedado manifiesto en la compasiva actitud del Señor Jesús, conduciéndonos, por supuesto, a cuestionarnos ante el divino misterio que revela tan breve texto: ¿Quién es Jesús, que hasta se atreve a corregirle la plana al propio Moisés?
El sublime respeto de la comunidadSe trata de la narración de una mujer atrapada en flagrante adulterio. Los exégetas la denominan perícopa “errática”, por encontrase en el Evangelio según Juan, cuando todo indica que procede de la tradición sinóptica. Nótese que los dos primeros versos encajarían muy bien en el relato de Lucas, donde leemos que Jesús “Durante el día enseñaba en el Templo y salía a pasar la noche en el monte llamado de los Olivos. Y todo el pueblo madrugaba para ir hacia Él y escucharle en el Templo (Lc 21, 37-38). El hecho de haber sido conservada e insertada en el cuarto Evangelio, demuestra el inmenso respeto que esta perícopa debió suscitar en las comunidades que formó y seguían a Juan, sin duda, por ostentar aspectos cristológicos de la mayor profundidad.
La entrañable compasión de JesúsTodo comenzó cuando un grupo de teólogos y fariseos llevó a una mujer sorprendida en adulterio, y con desprecio la colocaron frente a Jesús (véase v. 3). Aquellos conocedores de la Ley afirmaron que Moisés prescribió que en dichos casos la adúltera debía ser lapidada (véanse vv. 4-5a); no obstante, cuestionaron a Jesús: “¿Tú qué dices?” (v. 5b). El evangelista aclara que con esta pregunta pretendían ponerle una trampa (véase v. 6a).En medio del inmisericorde espectáculo, Jesús reaccionó con generosa compasión. Se inclinó y empezó a hacer trazos en el suelo (véase v. 6b). Pero ante la insistencia de los acusadores, Jesús se vio precisado a enfrentarlos: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra” (v. 7). Se fueron de uno en uno, empezando por los mayores, hasta quedar sólo Jesús y la mujer (véanse vv. 8-9).El Señor, entonces, con delicado respeto, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” (v. 10). Ella, desde lo más hondo de su agradecido corazón, reconociendo la amable misericordia de Jesús, le contestó: “Nadie, Señor” (v. 11a). Todo terminó con unas alentadoras palabras de Jesús: “Tampoco yo te condeno. Vete, y no vuelvas a pecar” (v. 11b).
¿Quién es Jesús?Cuánta razón asiste al Cardenal Carlo María Martini al enseñar que “La verdadera religiosidad sabe captar, sobre todo, más allá de todo, en el fondo de todo, el Misterio inefable del amor de Dios, la dulcísima presencia de un Dios que nos ama y que nos comprende en todo, que viene a nuestro encuentro, nos acoge, nos anima, nos sostiene, nos consuela”. Y esto ha quedado manifiesto en la compasiva actitud del Señor Jesús, conduciéndonos, por supuesto, a cuestionarnos ante el divino misterio que revela tan breve texto: ¿Quién es Jesús, que hasta se atreve a corregirle la plana al propio Moisés?
jueves, 18 de marzo de 2010
De la Selva…Su Sacerdote
“Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía.” (Jr. 1.5)
Se decía visiblemente emocionado, nuestro párroco, el R.P. Fernando Fernández. Y no era para menos, era el centro de atención en ese momento, todos querían conocer más a fondo a su párroco, y fue cuando se le cedió la palabra de parte de nuestro Decano, el R.P. padre Jorge Ramírez.
Nací un Martes 5 de octubre del año 1965, a las tres de la tarde, (hora exacta) en Moyobamba, provincia de San martín, Dpto. de Loreto.
Hizo sus estudios en el colegio Ignacio Velázquez, quienes eran llevados por las hermanas Mercedarias de la caridad, y teniendo como directora a Sor Magdalena y a sor Paulina. Ya desde muy joven (12 años) trabajaba pastoralmente en un grupo de jóvenes que se llamaba “Jóvenes sin Fronteras”, visitando cárceles, ancianos, enfermos. Ya en el 2do. años de secundaria nació mi vocación y me preguntaba: ¿Que necesitaré para ser sacerdote?, encontrando una ayuda precisa en los padres pasionistas Tito y Miguel Ángel.
Ya a los 18 años ingresó al Seminario, pero la nostalgia por sus familiares, costumbres y otros, no le permitió continuar regularmente, tomando se un tiempo necesario para afianzarse más en el llamado que sentía, continuando sus labores pastorales en la parroquia Santísima Cruz.
Ya en el año 1987 fue llamado por el Obispo y regresó al seminario, en la cual superó las dificultades, en 1988 trabajó en la prelatura de Moyobamba. en 1988 tuvo un encuentro con el Monseñor Irizar. En 1991 llegó al Callao a culminar sus estudios en el seminario Corazón de Cristo, cuyo rector era el padre Florencio Salazar. en 1997 terminó sus estudios, siendo enviado a la parroquia María Auxiliadora, para luego el 30 de agosto de 1997 el Monseñor Irizar lo envía a esta parroquia con el padre José Rivadeneyra.
“El padre Rivadeneyra viajó a España y que quedé acompañado del padre Rafael Fernández”. -continuó en su testimonio el padre Fernando-.
en el años 1998 se hizo Diácono, (un año de diaconado) siendo docente de 3 a 4 años, para luego ya, el día 14 de Agosto del años 1999 víspera de la Vírgen de la Asunción, me ordené como sacerdote de manos del monseñor Miguel Irízar, Obispo del Callao. “Me siento Feliz y contento de haber sido llamado, la verdad, nunca pensé estar aquí, compartiendo con ustedes mis experiencias vividas, y sobre mi vocación, solo soy un instrumento de evangelización al servicio del pueblo de Reynoso. Gracias a todos en general por sus atenciones a mi persona.
Luego de culminar su testimonio, fue ovacionado por su pueblo, al compás de la canción: “Que detalle Señor has tenido conmigo” “Dios te bendiga Padre Fernando”.
Se decía visiblemente emocionado, nuestro párroco, el R.P. Fernando Fernández. Y no era para menos, era el centro de atención en ese momento, todos querían conocer más a fondo a su párroco, y fue cuando se le cedió la palabra de parte de nuestro Decano, el R.P. padre Jorge Ramírez.
Nací un Martes 5 de octubre del año 1965, a las tres de la tarde, (hora exacta) en Moyobamba, provincia de San martín, Dpto. de Loreto.
Hizo sus estudios en el colegio Ignacio Velázquez, quienes eran llevados por las hermanas Mercedarias de la caridad, y teniendo como directora a Sor Magdalena y a sor Paulina. Ya desde muy joven (12 años) trabajaba pastoralmente en un grupo de jóvenes que se llamaba “Jóvenes sin Fronteras”, visitando cárceles, ancianos, enfermos. Ya en el 2do. años de secundaria nació mi vocación y me preguntaba: ¿Que necesitaré para ser sacerdote?, encontrando una ayuda precisa en los padres pasionistas Tito y Miguel Ángel.
Ya a los 18 años ingresó al Seminario, pero la nostalgia por sus familiares, costumbres y otros, no le permitió continuar regularmente, tomando se un tiempo necesario para afianzarse más en el llamado que sentía, continuando sus labores pastorales en la parroquia Santísima Cruz.
Ya en el año 1987 fue llamado por el Obispo y regresó al seminario, en la cual superó las dificultades, en 1988 trabajó en la prelatura de Moyobamba. en 1988 tuvo un encuentro con el Monseñor Irizar. En 1991 llegó al Callao a culminar sus estudios en el seminario Corazón de Cristo, cuyo rector era el padre Florencio Salazar. en 1997 terminó sus estudios, siendo enviado a la parroquia María Auxiliadora, para luego el 30 de agosto de 1997 el Monseñor Irizar lo envía a esta parroquia con el padre José Rivadeneyra.
“El padre Rivadeneyra viajó a España y que quedé acompañado del padre Rafael Fernández”. -continuó en su testimonio el padre Fernando-.
en el años 1998 se hizo Diácono, (un año de diaconado) siendo docente de 3 a 4 años, para luego ya, el día 14 de Agosto del años 1999 víspera de la Vírgen de la Asunción, me ordené como sacerdote de manos del monseñor Miguel Irízar, Obispo del Callao. “Me siento Feliz y contento de haber sido llamado, la verdad, nunca pensé estar aquí, compartiendo con ustedes mis experiencias vividas, y sobre mi vocación, solo soy un instrumento de evangelización al servicio del pueblo de Reynoso. Gracias a todos en general por sus atenciones a mi persona.
Luego de culminar su testimonio, fue ovacionado por su pueblo, al compás de la canción: “Que detalle Señor has tenido conmigo” “Dios te bendiga Padre Fernando”.
No me eligieron ustedes...Fui Yo quien los eligió
Vibrante, emotivo, lleno del don que viene de Dios, fue la Santa Eucaristía, llevada a cabo el día Jueves 4 de marzo, del presente año, en el marco de las celebraciones del Año Sacerdotal. Se dio inicio en nuestro Decanato III, con el motivo de las celebraciones por los 150 años de su muerte del Santo Cura de Ars.
Dicho celebración sed dió en la Parroquia Sagrados Corazones de Jesús y María, y contó con la asistencias de fieles de distintas parroquias de nuestro Decanato III. Y La misa central concelebrada, fue realizada en el templo de nuestra parroquia y fue presidida por nuestro Decano, el Padre Jorge Ramírez, con la presencia de diferentes párrocos pertenecientes al Decanato en mención.
Una hora antes, se realizó la HORA SANTA, en compañía de Jesús en el Santísimo Sacramento, presente, vivo en medio de todos nosotros.
Dicho celebración sed dió en la Parroquia Sagrados Corazones de Jesús y María, y contó con la asistencias de fieles de distintas parroquias de nuestro Decanato III. Y La misa central concelebrada, fue realizada en el templo de nuestra parroquia y fue presidida por nuestro Decano, el Padre Jorge Ramírez, con la presencia de diferentes párrocos pertenecientes al Decanato en mención.
Una hora antes, se realizó la HORA SANTA, en compañía de Jesús en el Santísimo Sacramento, presente, vivo en medio de todos nosotros.
En su homilía, el Padre Jorge Ramírez, pidió enfáticamente nuestras oraciones por nuestro sacerdote, implorar por el, "El es más feliz mientras más reza su pueblo por él", valoren a su sacerdote continuó en su mensaje, concluyendo su homilía diciendo: La palabra del Señor se cumple hoy, “El Señor lo ha elegido” ¿Que lo mantiene en el altar?, pues ustedes, pueblo de Dios absueltos de sus pecados por su sacerdote.
Posteriormente le cedió la palabra a nuestro párroco, quien muy emocionado, dio su testimonio, de como fue sus inicios, que fue lo que le animó a iniciar esta vida sacerdotal, agradeciendo a su pueblo por las muestras de afectos hacia su persona.
EDITORIAL
Marzo 2010
Nuevamente, estamos en la Cuaresma. Nuestra Iglesia nos invita a vivir una cuaresma en el amor de Jesús, orando, escuchando la Palabra de Dios y meditándola, participando activamente de cada una de las celebraciones de este tiempo. Nuestro amado Jesús, nos hace una invitación: cambiar de vida. Esta vida es temporal, entonces, ¿porque no ser como Dios quiere que seamos? Nuestro Padre tiene un gran ideal, que todos sus hijos sean como Jesucristo, que seamos hombres buenos, generosos, caritativos.
En el mes de marzo, también celebramos el Año Internacional de la mujer, En este día se conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo integro como persona, Un saludo para todas las mujeres de nuestra comunidad de Reynoso.
También recordamos a San José, como el más grande de los santos, después de María. Es modelo de prudencia, de disponibilidad pronta, de justicia, desprendimiento y pureza. Padre ejemplar y esposo solícito, lleno de fe, amor y respeto por Dios y los hombres. Elegido por Dios para ser el guardián, y protector de su Hijo y de su Madre Santísima.
Que nuestra madre Santa María, nos acompañe en estos cuarenta días de intensa oración y de sincera penitencia, para llegar a celebrar, purificados y completamente renovados en la mente y en el espíritu, el gran misterio de la Pascua de su Hijo.
“Feliz Cuaresma a todos”
En el mes de marzo, también celebramos el Año Internacional de la mujer, En este día se conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo integro como persona, Un saludo para todas las mujeres de nuestra comunidad de Reynoso.
También recordamos a San José, como el más grande de los santos, después de María. Es modelo de prudencia, de disponibilidad pronta, de justicia, desprendimiento y pureza. Padre ejemplar y esposo solícito, lleno de fe, amor y respeto por Dios y los hombres. Elegido por Dios para ser el guardián, y protector de su Hijo y de su Madre Santísima.
Que nuestra madre Santa María, nos acompañe en estos cuarenta días de intensa oración y de sincera penitencia, para llegar a celebrar, purificados y completamente renovados en la mente y en el espíritu, el gran misterio de la Pascua de su Hijo.
“Feliz Cuaresma a todos”
El anhelo del Padre
Palabra del Domingo: 14 de Marzo del 2010
Publicado en web el 11 de Marzo, 2010
Nuestra Madre Iglesia ofrece hoy, en el Cuarto Domingo de Cuaresma, un hermoso relato para “prepararnos con fe viva y entrega generosa a celebrar las Fiestas de la Pascua” (Oración Colecta). El texto es conocido como la “Parábola del hijo pródigo”, aunque debiera denominarse la “Parábola del Buen Padre” (Lc 15, 1-3. 11-32).
Un respetuoso desafío
El marco literario de la parábola es muy importante para su adecuada comprensión (vv. 1-3). En él se muestra a dos grupos de personas diferentes que se acercan a Jesús. Unos para escucharlo (véase v. 1); otros, en cambio, murmuraban de Él, diciendo: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos” (v. 2). Jesús, entonces, respondió con una parábola, que solía ser el medio respetuoso con el cual se defendía ante el ataque de sus adversarios (véase v. 3).
La reveladora imagen del Padre
La parábola se divide en dos partes: la primera habla del hijo joven perdido (vv. 11-24); y, la segunda, del responsable hijo mayor (vv. 25-32). En ambas, la figura principal es el “Padre”, como en las parábolas previas lo son “el pastor” (compérense vv. 4-7), y “el ama de casa” (compárense vv. 8-10). Los dos hijos aparecen para esclarecer la actitud de su Padre, quien se constituye en el personaje central, al grado de que la palabra “Padre” la encontramos doce veces en la parábola.
La descripción de la parábola rompe la imagen habitual del Padre. No hace acto de presencia ninguna clase de discursos moralizantes. Hubaut lo expresa maravillosamente: “El Padre sabe que su hijo se siente mal. Sabe la amarga experiencia que acaba de vivir. Sabe que su hijo necesita más ternura que palabras para cicatrizar sus heridas, para que se le devuelva el gusto por vivir”. Por ello, no duda en correr, abrazarlo y besarlo, los cuales son signos de restauración y de perdón (véase v. 20). La actitud del Padre es invariable para con sus dos hijos, pues de igual modo que con el menor, quien se había portado de lo peor, lo recibe con gran fiesta, otorgándole su perdón, así también con el hijo mayor, renuente a participar del encuentro, su Padre le suplica que se digne hacerlo: “El hermano mayor se enojó y no quería entrar. Salió entonces el padre y le rogaba que entrara” (v. 28).
Celebrar la fiesta
Los invitamos a reflexionar en Jesús, quien contaría tan bella parábola a partir de su experiencia personalísima de cercanía de Dios, puesto que Él no es exégeta de la Ley, sino exégeta del Padre y, se expresa en lenguaje poético, porque la realidad le habla de Dios, y Dios ilumina la realidad.
Lo que caracteriza el proceder del Padre, conforme a lo revelado por el Señor Jesús, es su perdón incondicional, siendo su mayor anhelo celebrar una fiesta con sus hijos: “Pero era necesario hacer una fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado” (v. 32).
Nuestra Madre Iglesia ofrece hoy, en el Cuarto Domingo de Cuaresma, un hermoso relato para “prepararnos con fe viva y entrega generosa a celebrar las Fiestas de la Pascua” (Oración Colecta). El texto es conocido como la “Parábola del hijo pródigo”, aunque debiera denominarse la “Parábola del Buen Padre” (Lc 15, 1-3. 11-32).
Un respetuoso desafío
El marco literario de la parábola es muy importante para su adecuada comprensión (vv. 1-3). En él se muestra a dos grupos de personas diferentes que se acercan a Jesús. Unos para escucharlo (véase v. 1); otros, en cambio, murmuraban de Él, diciendo: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos” (v. 2). Jesús, entonces, respondió con una parábola, que solía ser el medio respetuoso con el cual se defendía ante el ataque de sus adversarios (véase v. 3).
La reveladora imagen del Padre
La parábola se divide en dos partes: la primera habla del hijo joven perdido (vv. 11-24); y, la segunda, del responsable hijo mayor (vv. 25-32). En ambas, la figura principal es el “Padre”, como en las parábolas previas lo son “el pastor” (compérense vv. 4-7), y “el ama de casa” (compárense vv. 8-10). Los dos hijos aparecen para esclarecer la actitud de su Padre, quien se constituye en el personaje central, al grado de que la palabra “Padre” la encontramos doce veces en la parábola.
La descripción de la parábola rompe la imagen habitual del Padre. No hace acto de presencia ninguna clase de discursos moralizantes. Hubaut lo expresa maravillosamente: “El Padre sabe que su hijo se siente mal. Sabe la amarga experiencia que acaba de vivir. Sabe que su hijo necesita más ternura que palabras para cicatrizar sus heridas, para que se le devuelva el gusto por vivir”. Por ello, no duda en correr, abrazarlo y besarlo, los cuales son signos de restauración y de perdón (véase v. 20). La actitud del Padre es invariable para con sus dos hijos, pues de igual modo que con el menor, quien se había portado de lo peor, lo recibe con gran fiesta, otorgándole su perdón, así también con el hijo mayor, renuente a participar del encuentro, su Padre le suplica que se digne hacerlo: “El hermano mayor se enojó y no quería entrar. Salió entonces el padre y le rogaba que entrara” (v. 28).
Celebrar la fiesta
Los invitamos a reflexionar en Jesús, quien contaría tan bella parábola a partir de su experiencia personalísima de cercanía de Dios, puesto que Él no es exégeta de la Ley, sino exégeta del Padre y, se expresa en lenguaje poético, porque la realidad le habla de Dios, y Dios ilumina la realidad.
Lo que caracteriza el proceder del Padre, conforme a lo revelado por el Señor Jesús, es su perdón incondicional, siendo su mayor anhelo celebrar una fiesta con sus hijos: “Pero era necesario hacer una fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado” (v. 32).
sábado, 6 de marzo de 2010
La benevolente paciencia de Dios
Publicado en web el 4 de Marzo, 2010
Juan López Vergara
El Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia dispone hoy en la mesa de la Sagrada Eucaristía, tiene por objeto llamar a la conversión y, al mismo tiempo, revela el hondo misterio de la inmensa bondad de Dios (Lc 13, 1-9).
Los acontecimientos:
maestros venidos de Dios
Para San Lucas, sensible historiador de la Salvación, el diálogo que Dios mantiene con los hombres se verifica en los entresijos de la historia, a través de los acontecimientos de todo orden que tejen nuestra vida. Los acontecimientos, por tanto, deben ser recibidos como maestros venidos de las manos de Dios, incluso aquellos que en apariencia no responden a lógica alguna, como el brutal asesinato en masa perpetrado por el Procurador de Judea: “En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios” (v. 1).
La reacción de Jesús es muy original, pues lejos de respaldar la interpretación común que solía creer que semejantes sucesos respondían a la mala conducta de las víctimas, indujo a reflexionar, para que la trágica suerte de aquellos galileos cuestionara a quienes se preguntaban por ella (véanse vv. 2-4), al extremo de que no obstante el cruento y sacrílego suceso, desde la perspectiva de Jesús, es menester que sus discípulos lo asuman como motivo de discernimiento, si bien los signos de los tiempos, aparte de ser una llamada al análisis intelectual, son una exigencia de compromiso, de servicio a los demás. Los signos de los tiempos, ante todo, son una exhortación a la conversión, porque “si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante” (v. 5).
Un tiempo de gracia
La Biblia se complace en contar historias: “Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron, nos lo contaron nuestros padres”’ (Sal 44, 2). Jesús, digno hijo de su pueblo, es un maestro de la narración, y como el evangelista acostumbra hacer en su obra, lo presenta ilustrando su enseñanza con un ejemplo (véanse vv. 6-9).
Se trata de una parábola que cuenta de un propietario que tenía plantada una higuera en su viñedo. Cuando por tercer año consecutivo fue a buscar fruto, se percató de que la higuera no tenía ninguno, por lo cual ordenó al hortelano encargado de cuidar la viña, que la arrancara. El viñador, entonces, abogó por el arbolito, solicitándole al propietario le concediera un año más, durante el cual él se esmeraría en prodigarle especiales cuidados.
Jesús revela, así, la generosa paciencia de Dios, motivándonos a descubrir el misterio escondido en el corazón de los acontecimientos, pero simultáneamente nos conmina a la conversión. Es decir, a un auténtico cambio de vida, generador de obras de justicia y caridad, como muestran las propias palabras del hortelano, con las que Jesús concluye tan breve parábola: “Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré” (vv. 8-9).
Juan López Vergara
El Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia dispone hoy en la mesa de la Sagrada Eucaristía, tiene por objeto llamar a la conversión y, al mismo tiempo, revela el hondo misterio de la inmensa bondad de Dios (Lc 13, 1-9).
Los acontecimientos:
maestros venidos de Dios
Para San Lucas, sensible historiador de la Salvación, el diálogo que Dios mantiene con los hombres se verifica en los entresijos de la historia, a través de los acontecimientos de todo orden que tejen nuestra vida. Los acontecimientos, por tanto, deben ser recibidos como maestros venidos de las manos de Dios, incluso aquellos que en apariencia no responden a lógica alguna, como el brutal asesinato en masa perpetrado por el Procurador de Judea: “En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios” (v. 1).
La reacción de Jesús es muy original, pues lejos de respaldar la interpretación común que solía creer que semejantes sucesos respondían a la mala conducta de las víctimas, indujo a reflexionar, para que la trágica suerte de aquellos galileos cuestionara a quienes se preguntaban por ella (véanse vv. 2-4), al extremo de que no obstante el cruento y sacrílego suceso, desde la perspectiva de Jesús, es menester que sus discípulos lo asuman como motivo de discernimiento, si bien los signos de los tiempos, aparte de ser una llamada al análisis intelectual, son una exigencia de compromiso, de servicio a los demás. Los signos de los tiempos, ante todo, son una exhortación a la conversión, porque “si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante” (v. 5).
Un tiempo de gracia
La Biblia se complace en contar historias: “Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron, nos lo contaron nuestros padres”’ (Sal 44, 2). Jesús, digno hijo de su pueblo, es un maestro de la narración, y como el evangelista acostumbra hacer en su obra, lo presenta ilustrando su enseñanza con un ejemplo (véanse vv. 6-9).
Se trata de una parábola que cuenta de un propietario que tenía plantada una higuera en su viñedo. Cuando por tercer año consecutivo fue a buscar fruto, se percató de que la higuera no tenía ninguno, por lo cual ordenó al hortelano encargado de cuidar la viña, que la arrancara. El viñador, entonces, abogó por el arbolito, solicitándole al propietario le concediera un año más, durante el cual él se esmeraría en prodigarle especiales cuidados.
Jesús revela, así, la generosa paciencia de Dios, motivándonos a descubrir el misterio escondido en el corazón de los acontecimientos, pero simultáneamente nos conmina a la conversión. Es decir, a un auténtico cambio de vida, generador de obras de justicia y caridad, como muestran las propias palabras del hortelano, con las que Jesús concluye tan breve parábola: “Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré” (vv. 8-9).
lunes, 1 de marzo de 2010
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